sábado, 20 de febrero de 2016

Fragmentos: Con la vista hacia el cielo (XXVII)

Heeyyy. Soy una bloggera terrible, lo sé. Pero de repente he empezado el segundo cuatrimestre y tengo anatomía y un millón de cosas.

De momento os pongo esto. En el blog de Augi veréis tarde o temprano un nuevo tag que estuvimos planeando cuando vimos la primera temporada de One Punch Man en una noche. Echo de menos esa noche.

En fin. Algún día tendré que continuar con la historia en inglés. Mientras tanto:

(Capítulo 13)

Se acercaba el otoño y el cielo ya había oscurecido, tenía un bonito color azul marino plagado de estrellas. No tenían nada que hacer en el arroyo, aunque probablemente no tenían nada que hacer en ningún sitio, y cerca del agua y la vegetación estarían más fresquitos. Porque debían de hacer, por lo menos, treinta y cinco grados, incluso a esa hora. Era poco probable que las temperaturas bajaran en condiciones, al menos hasta mediados de mes.
El arroyo no era más que un hilillo de agua que corría por la montaña desde un punto que no resultaba visible. Ángel podía imaginarse un inmenso ojo de piedra llorando, y que aquella fuera su lágrima, que corría por una mejilla impertérrita en dirección al mar. Tenía la impresión de que en otras épocas del año el caudal era más grande. Pero con las temperaturas del verano y la falta de lluvias, estaba bastante reseco.
Vio una roca bastante alta y, sin pensárselo dos veces, se encaminó hacia ella y empezó a trepar. Kioni murmuró detrás de él:
-¿Qué demonios...? Ángel, ¿estás loco? ¡Para! Raúl y Annie y... y... Marco me matarán.
No obstante, hizo caso omiso a sus plegarias y llegó a la cima con una sonrisa triunfante. No eran más que un par de metros de altura, y a pesar de todo era suficiente para que se sintiera bastante mejor consigo mismo. Podía ver la ciudad a lo lejos, una masa gris e informe, llena de luces de todos los colores. Era lo suficientemente grande y extravagante como para que pudieran verla a kilómetros de distancia, eso sí, desde una buena altura.
-Vale, y ahora que has hecho tus bravuconadas, puedes bajar de ahí.
La chica se había cruzado de brazos. Se sentía como una madre. Aunque perdió toda su compostura cuando el joven volvió la vista hacia ella, aunque no era realmente a ella a quien miraba. Le brillaban los ojos, un brillo extraño que la dejó petrificada, que la incomodaba. Era como un taladro, intensa, penetradora. Nunca antes lo había visto así.
Parecía... feliz. Victorioso, incluso.
-Y pensar que hace tan solo un mes- musitó, sacándola de su ensimismamiento- le tenía pánico a las alturas. Ahora me hacen sentir...- Cogió una bocanada de aire limpio, libre de toda la contaminación de la ciudad y susurró, mirando hacia la lejanía-: Soy libre.
La joven sintió una punzada en el pecho. Era extraño. De repente quería abrazarlo, quería que compartiera con ella esa sensación de libertad. Hacía tanto tiempo que no la sentía ella misma. Desde que llegó a España, prácticamente. Antes... cuando era bastante pequeña... no había sido feliz. Ni siquiera había sido realmente libre. Pero creyó que lo era. Así que contestó:
-Ya. Ojalá yo también pudiera sentirme así.
De nuevo, volvió a mirarla, y en esta ocasión su mirada sí parecía ir dirigida a ella. Seguía siendo intensa y profunda y, sin embargo, esta vez se la dedicaba. De alguna forma, podía notarlo.
-Haré todas las pesas que pueda. Me fortaleceré. Le daré caña a mis músculos hasta que no puedan más, hasta que griten de dolor. Y, cuando por fin sea tan fuerte como Marco, te llevaré conmigo. Quizá no seas tú quien mueve las alas, quizá no sea como si de verdad volaras tú. Pero haré el intento de que sientas lo mismo que yo siento ahora mismo.
-Ángel...- suspiró la chica, conmovida.
Sabía que no solo tendría que fortalecerse él, sino también sus alas. Y la tarea sería difícil. Ya le resultaba difícil a Marco, y él era el que batía sus extremidades con más fuerza. Soportar el peso de otro cuerpo... De un cuerpo alto con músculos bastante desarrollados, con huesos que no fueran huecos.
Tenía ganas de llorar. De repente. Y no podía permitirlo.
Se le pasaron enseguida gracias al joven, quien se quitó súbitamente la camiseta y, enroscándola en una bola, se la tiró. Entonces sacudió los brazos y las alas y movió la cabeza de un hombro a otro.
-Algún día de estos me tengo que hacer una camiseta con agujeros en la espalda- musitó. Y se dispuso a saltar al vacío.
-¡Ángel, no!
Tiró la camiseta al suelo y se lanzó a por el chico, sujetándolo por la muñeca en el último momento y tirando de él. Perdió el equilibrio y cayó por la superficie de la roca hasta que dio con el suelo. O, más bien, Kioni se interpuso en su camino y dio con el suelo, mientras que el muchacho caía sobre ella.
-¡Au! En serio, ¿cómo pueden esas alitas levantarte del suelo? Pesas lo suficiente para aplastarme las costillas.
-Eso sucedió después de que entrenara un poco- replicó el otro con un gruñido, incorporándose a duras penas. Tenía el brazo izquierdo lleno de rasguños y el derecho con el dolor punzante que precedía a un moratón-. Igualmente, ¿para qué me tiras al suelo?
Lo siguiente que hizo fue darse cuenta de la expresión con que lo miraba la joven, una mezcla extraña de emociones. Confusión, rabia, miedo y... no fue incapaz de identificar la última. Se dio cuenta de que estaba prácticamente encima de ella, las piernas a cada lado de su cuerpo y las manos a cada lado de su cabeza. Sintió una sensación urgente, un calor que se extendía por cada célula, por cada átomo que lo componía. Quizá fuera por el calor que le transmitía la chica que estaba bajo él.
Daba igual. Empezaba a sentirse incómodo. Se levantó rápidamente.

Buena semana. Hasta la próxima <3

2 comentarios:

  1. Bueno, vale, lo estás consiguiendo... Poco a poco Ángel va cayendo ligeramente mejor. Ligeramente. Ya veremos cómo avanza xD
    ¡Un beso!

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    Respuestas
    1. Yay!! :D Seguiré trabajando en ello xD
      No, sí, yo creo que al final te puede gustar (?) No le tengas tanta tirria que no es tan horrible, por lo menos he hecho que admita sus defectos xD
      1 kizz xoxo (wut)

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