El caso es que aquí dejo otro cachito de novela. Esta continua directamente con el otro pero me pareció adecuado ponerlo.
(Capítulo 13)
Alguien tocó
con los nudillos la pared de piedra del pasillo, junto a la cortina que daba
paso a su habitación. La chica se levantó con un breve suspiro de exasperación.
Lo más probable era que fuese David. Si no, sería Raúl, o Marco en su lugar,
para mandarle a hacer cualquier cosa, ya que por fin había encontrado algo de
tiempo libre. En el más extraño de los casos, se imaginó que sería Annie, con
quien no había hablado desde el incidente de... aquel día. Porque Bea se limitaba
a quedarse en su cuarto, para lo que fuese; hacía las cosas que le mandaban
allí, o en algún rincón de la biblioteca.
Así que abrió
la cortina con resignación, dispuesta a responder con su típica sequedad y
atención. Sin embargo, la sorpresa que se llevó la dejó suficientemente
anonadada como para que el chico que se encontraba delante de la puerta
esbozara una sonrisa amarga, tan característica de él, y musitara:
-Hola. Supongo.
Cuando por fin
logró reaccionar, la muchacha entrecerró los ojos y corrió bruscamente la
delgada tela, aunque los reflejos de Ángel fueron lo suficientemente rápidos
como para que la sostuviera antes de que la cerrara por completo.
-Kioni...-comenzó
con un suspiro, a lo que la otra contestó rápidamente:
-Largo de aquí.
-Sé que te
preguntas cómo es que he venido...
-Más bien me
pregunto cómo te has atrevido a venir
a mi habitación para dirigirme la palabra.
El joven volvió
a suspirar. Sacudió débilmente la cabeza y se pasó una mano por el pelo.
Parecía estar pensando qué decir. Y estaba claro que no lo tenía muy seguro,
porque se quedó mirándola, suplicante. Kioni empezó a dudar, y el otro supo que
esa sería su oportunidad.
-Fui un
imbécil...
-¿Solo?
-...lo sé,
¿vale? No tiene excusa. Y lo siento. Pero tú me pegaste, y no digo que no me lo
mereciera- añadió rápidamente al ver que iba a replicar-. Por eso te estoy
pidiendo perdón. Y con esto no es que esté sugiriendo que tú también te
disculpes. Solo quiero que estemos en paz.
-¿Y a qué viene
este cambio de parecer, si puede saberse?- respondió Kioni tras un momento de
silencio, cautelosamente cruzándose de brazos, como si así pudiera levantar una
barrera invisible entre ambos.
-La verdad...- El
chico parecía estar pensando si decirle la verdad. Finalmente admitió-: Annie
vino a mi cuarto. Me hizo darme cuenta de que soy un capullo y vine a pedir
perdón. Ese es el resumen.
-¿Annie? No me
lo creo. Probablemente...- Suspiró con exasperación-. Ya está haciéndolo otra
vez, intentando caerle bien a todo el mundo. Si cree que así me está haciendo
un favor...
-Espera un
momento, he venido aquí, quizá con un pequeño empujón, pero por mi cuenta y
buena fe. No empieces a inventarte planes malvados de Annie.
-Mira- la interrumpió
el joven-, no quiero tocar el tema, ¿pero por qué no olvidas por un momento tus
prejuicios y la miras tal y cómo es? Además, no es que pretenda hacerte un
favor, ni mucho menos, aunque me parece que una tregua definitiva nos vendría
bien a los dos. ¿Qué dices?
Kioni apartó la
mirada y contestó con voz quebrada:
-No puedo creer
que vaya a confesar esto... De todas formas, ya da igual. Porque he intentado
por todos los medios olvidar lo que me dijiste. Y no puedo. ¿Sabes por qué?
Porque es verdad.
-Kioni...
-No. Es verdad.
Y por eso es más difícil perdonarte. Porque la verdad es horrible.
-Debería
haberme callado. Lo sé.- Incómodo, acabó por cruzarse de brazos él también-. No
era asunto mío, me metí dónde no debía. Repítemelo todo lo que quieras, tienes
razón. El caso es que el daño ya está hecho, y lo único que puedo hacer es
seguir pidiendo perdón.
-No es
suficiente.
-Nunca lo es.-
Silencio. Por fin el chico añadió-: Mira, si te vienes conmigo a dar una vuelta
por el bosque, para tener una charla agradable y esas cosas que hace siglos que
no compartimos, te dejaré que me pegues todo lo que quieras. Aunque preferiría
que me dejases vivo- apuntó con sorna, ocultando el temor y la cautela de su
voz. No sabía con qué podía encontrarse cuando se trataba de chica.
Lo escrutó
durante un instante demasiado largo, con esos bonitos ojos negros y profundos
entrecerrados, analizándolo con una expresión extraña. Cuando por fin pareció
decidirse asintió una vez, un gesto breve y seco. Estaba tan seria que el joven
no supo qué pensar.
-De acuerdo,
entonces. Una vuelta. ¿A las nueve?
-Vale.
-Una última
cosa.
Ángel esperó,
paciente, manteniendo la compostura mientras Kioni se acercaba a él. Temía que
le diera una bofetada. Sin embargo, le había dicho que podía pegarle cuanto
quisiera y, a pesar de que había guardado la esperanza de que no le hiciera
nada, sabía que tenía que descargar de alguna forma el enfado que sentía hacia
él.
De todas
formas, no sufrió como se esperaba. En lugar de golpearle, con un movimiento
veloz le dio un pellizco en el brazo. Gritó, sorprendido, ante el agudo dolor.
-Tú mismo lo
has prometido- respondió ella con una sonrisa socarrona. No obstante, había una
chispa de calidez y simpatía en su mirada, algo que no estaba antes, aunque
quedaba camuflada por el dolor y una rabia contenida-. Y ahora, fuera de aquí.
A pesar de que
le cerró la cortina en las narices, el joven no pudo evitar sonreír.
Pasad una buena semana mis leales seguidores ;-*