sábado, 21 de noviembre de 2015

Fragmentos: Con la vista hacia el cielo (XXIV)

Dentro novela.


(Capítulo 12)
-¿Ángel?
-Adelante- repuso una voz desde el interior, con tono indiferente. Cuando la joven entró, volvió la cabeza hacia ella y continuó, apático-: Vaya, parece que ya has acabado.
-¿Acabado de qué?- respondió en seguida, considerándolo una acusación.
-De nada, olvídalo.
Ella suspiró.
-Da igual. No voy a empezar una discusión, ¿vale?
-Ya he dicho que lo olvides- recalcó el chico, irritado-. Bueno, ¿a qué has venido? No creo que haya sido a saludar.
Aunque le agradaba que hubiese alguien que no pensara que lo estaba acosando, por otra parte su actitud y sus palabras le resultaron sumamente molestas. ¿Qué problema había con ir a saludar?
-No exactamente. De todas formas, podría haber sido por eso.
-Oh, venga ya, Kioni. Ve al grano.
-Solo quería preguntarte cómo estabas. ¿Acaso es eso tan malo?
Ángel se quedó mirándola y luego suspiró. Dubitativo, comenzó a contestar:
-No, supongo que no. Es solo que no llego a acostumbrarme del todo a que la gente se preocupe por mí.
-Vaya, eso es triste- apuntó la otra con una mueca, haciendo que el muchacho sintiera un ramalazo de ira. ¿Quién era ella para decir que su vida era triste? Después de todo, solo era la mensajera dentro de un grupo en el que ni siquiera encajaba.
Se imaginó el silbido de Líber como una represalia por sus pensamientos: él también había sido el raro, el que estaba fuera de lugar, en demasiadas ocasiones. Y lo habían culpado demasiado por ello. No era agradable y, sin embargo, no podía quitarse de encima aquella sensación. La sensación que hacía que quisiera darle la espalda al mundo.
-Pues estoy bastante bien, gracias- replicó con ironía-. Sin contar, claro, que todos aquellos a quienes consideraba mi familia están en la cárcel. Sí, imagino que eso es triste. Aunque claro, supongo que alguien como tú sabrá más que de sobra...
Kioni abrió los ojos como platos, incrédula y ofendida.
-¿Cómo que alguien como yo?- espetó-. Tú no sabes nada de mi vida. David tenía razón, no eres más que un puñetero creído.
-Ah, así que eso es lo que crees que soy. Sí, la verdad es que hay un montón de motivos por los que soy un creído. Pero por lo menos soy realista, no voy detrás de alguien que sé que no puede, ni quiere estar conmigo.
Ella no tardó en gritar:
-¿Perdona?
-Por favor, Kioni, se nota a la legua. Vas detrás de Marco como un perrito faldero. ¿Acaso no te das cuenta de que le gusta Annie?
-¡Claro que sí!
-Entonces déjalo en paz.
-Eres un hijo de puta, ¿sabes?
-Increíble, ¿más insultos? Pues vale, sigue insultándome todo lo que tú quieras. Eso no cambiará nada.
Incapaz de contenerse más, la joven, que ya tenía la mano cerrada en un puño y todos los músculos en tensión, se lanzó a por el otro, golpeándole con todas sus fuerzas. Sus nudillos chocaron contra su mandíbula, encontrando hueso, y enseguida supo que aquella pelea acarrearía consecuencias físicas incluso para ella. El dolor, de hecho, no comenzó mucho después de que se apartara de su víctima.
Sacudió la mano y cogió aire profundamente, todavía con los ojos echando chispas aunque resuelta a no dejarse dominar por las palabras provocativas del joven, que la miraba con furia y odio. Se tocaba la cara con cuidado. Indudablemente, le saldría un buen moratón.
-Pégame todo lo que quieras, si eso te hace sentir mejor. Sea como sea, no cambiará las cosas.

2 comentarios:

  1. BIEN. En serio, Ángel necesitaba un buen puñetazo, hasta tú tienes que reconocerlo xD Pobre Kioni, me da mucha pena, aunque me recuerda un poco a mí, ¿ha sido queriendo?
    ¡Un beso!

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    Respuestas
    1. En esta sí, por eso lo he hecho xD De nada supongo.
      Lol, no. No suelo maltratar psicológicamente a mis amigas (?)
      Un beso :D
      Gracias por comentar btw.

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