Voy a ser breve porque llevo todo el día estudiando y noto que se me va a fundir el cerebro.
(Capítulo 12)
Kioni se sentía
agotada. El viaje no había sido solo duro, sino también decepcionante y doloroso.
Había ido a comprar. Apenas había conseguido nada, salvo algunas cosas que
consiguió intercambiar o robar. No era muy buena con los negocios.
Con perspicacia
y constancia, comenzó a investigar y... tal como temió, la verdad se presentó
ante ella con una sonrisa cruel. Ni siquiera había podido ir a visitarlos,
habría sido demasiado arriesgado y no habría ayudado a nadie. Ya había
preocupado demasiado al clan llegando un día tarde.
Buscaba a
David. Quería hablar con él y preguntarle cómo estaba. Había visto su
expresión... Y, bueno, la del otro joven también prometía bastante. Tenía la
impresión de que ambos estaban destrozando algo o, en el caso de Ángel,
haciendo algo para evitar precisamente que eso ocurriera. Probablemente,
correr.
Caminó hasta el
salón con confianza y se detuvo de golpe cuando se encontró a Marco y a Annie,
sus rostros a escasos centímetros el uno del otro. La joven, atónita, solo fue
capaz de alzar las cejas y soltar un leve:
-Oh.
Los otros dos
dieron un respingo y se apartaron rápidamente el uno del otro, con las mejillas
de un rosa casi brillante - sobre todo las de la mujer -. A medida que fue
asimilando lo ocurrido y Annie se preocupaba por mirar a todos lados siempre y
cuando no fuera una persona, su sorpresa fue sustituida por una sensación
punzante en el pecho. Dolor, mezclado con ira. ¿Qué tenía la otra que ella no
poseía? Aparte de una cara bonita, una piel blanca preciosa, una buena figura,
una edad razonable, madurez, su persistente amabilidad, preocupación por los
demás, alas...
Se dio cuenta
de que era absurdo enfadarse, pero por algún motivo eso tan solo lo empeoró
todo. Se sentía miserable; el único motivo por el que la querían en aquel sitio
era porque podía ayudarlos. Porque podía conseguir lo que necesitaban para
vivir. Pero no estaba en su club VIP para personas especiales con alas. Allí,
ella era la rara, la que estaba fuera de lugar.
Por eso nunca
la querrían por sí misma. Ella no podía unirse a sus largas horas en el aire.
Si quería moverse como ellos, tenían que cogerla. No compartía la experiencia.
-¿Sabéis dónde
está David?- preguntó con brusquedad.
-Estaba en su
cuarto...- repuso Annie, confusa.
-Ya he mirado
ahí, y no está.
-Perdona-
contestó ella, sin saber muy bien por qué, ante el tono frío de la chica.
Entonces Marco intervino, con una voz no tan fría pero sí bastante severa, casi
de advertencia:
-Mira en el
estudio. Suele esconderse por ahí cuando está molesto...
Se dio la
vuelta para ir a buscarlo, planteándoselo todo de nuevo - volvía a estar de mal
humor y posiblemente eso no ayudara al muchacho -. Sin embargo, antes de que
pudiera salir de la sala, Annie dijo:
-Ángel sí que
debe estar en su cuarto.
-No recuerdo
haberte preguntado- espetó Kioni entonces, mirando ligeramente por encima de su
hombro.
La mujer
retrocedió un paso con el ceño fruncido, dolida. Se marchó de allí antes de que
Marco pudiera hacer nada como regañarla en defensa del honor de la dulce y
elegante dama. Estaba cansada de tanta mierda.