Wow. Wooow. No publico nada de la novela desde el año pasado (en serio O.O) Sori. Pero ya está aquí, así que podéis gritar y dar brincos de alegría. Vale. No. Pues ahí tenéis, para que lo leáis y eso. Para el resto de partes, id aquí.
(Capítulo 10)
-¿Qué ocurre,
Kioni?- preguntó Marco con resignación, cruzándose de brazos. Le lanzó una
mirada de reojo a Ángel, que respondió con una media sonrisa. Todavía no tenía
muy claro por qué estaba haciendo aquello.
-Es por la
postura- se quejó, volviendo a centrar su atención en el otro-. Siento como si
no golpeara con toda mi fuerza.
El alado
suspiró.
-Abre las
piernas. Flexiona las rodillas. A ver cómo pones esos puños...
La chica hizo
lo que le pedía mientras percibía por el rabillo del ojo una sombra que se
deslizaba sigilosamente por la entrada de la salita de piedra. Y en ningún
momento Marco pareció darse cuenta.
Cuando Ángel
llegó al salón, se encontró con que Raúl llegaba desde su pequeña habitación,
por el pasillo de la izquierda. Se detuvo antes de entrar, pegándose a la fría
pared de piedra y evitando soltar una palabrota a duras penas. De repente, sin
esperárselo, una silueta veloz cruzó la habitación y fue a la cocina. El jefe
no hizo más que fruncir el ceño, irritado porque su delegado no estuviera allí,
vigilando; sin embargo, cuando le llegó el sonido de cristal roto, soltó una
maldición y corrió hacia lo que fuera que Líber había hecho.
Inspiró aire
profundamente, estiró los músculos. Incluso se deshizo de la incómoda camiseta
que siempre se veía obligado a llevar y dejó que las alas colgaran
lánguidamente de su espalda. ¿Qué más daba que no pudiera volar? ¿Qué más daba
que tuviera que arrastrar las alas? Por fin se sentía libre de
responsabilidades, de peligro. Al fin y al cabo, en aquel lugar, tan alejado de
todo, tan alto... ¿Qué podía pasar? Por primera vez, la altura no lo intimidaba
tanto. De alguna forma... lo protegía. Y aunque echase de menos a Pol, al padre
Javier, a Zorro y a todos los demás... A pesar de la nostalgia... Al fin podía
acostumbrarse a ella, al fin podía intentar olvidar. O eso creía.
Mientras, en el
interior, Raúl llegaba con paso firme al gimnasio, sumamente enfadado. Cuando
se encontró a Marco hablando desganadamente con Kioni, entrecerró los ojos y
espetó:
-¿Qué demonios
te pasa? ¿Eres sordo, quizá?
El hombre se
dio rápidamente la vuelta, sorprendido y molesto, aunque parcialmente
preocupado. La chica, en cambio, evitaba mirarlo a los ojos.
-¿Qué pasa?-
replicó el otro alado.
-¿No estabas
vigilando el salón? Al crío se le había metido en la cabeza que quería salir...
¡Mierda! ¿Dónde está Ángel?
Y se fue
rápidamente por el pasillo. En aquel instante, Marco comprendió y se volvió rápidamente
hacia la joven negra, quien casi podía ver cómo echaba chispas. Se encogió,
culpable, y eso fue lo único que el hombre necesitó.
-Sabes
perfectamente cómo colocarte. Sabes cómo descargar tu fuerza.- No era una
pregunta, sino una afirmación. De repente le dio un fuerte puñetazo al saco,
sobresaltándola-. Llevas aquí un montón de tiempo, joder. ¿Cómo he podido ser
tan estúpido?
-Yo no...
-¡Cállate!-
espetó-. Lo sabías. Tienes algo que ver, ¿no? El chico te convenció para que lo
ayudases.
-Pero...
-No sabes lo
que significa, ¿verdad?- la interrumpió; ya no parecía enfadado, tan solo
cansado-. Nos están buscando. Aunque no vuele, podrían verlo... De hecho, hay
francotiradores, y el que no vuele significa que le cuesta más huir. Kioni...
has dejado que se ponga a sí mismo en peligro.
Y se fue. La muchacha
apenas podía reprimir las lágrimas, pero tensó la mandíbula y cerró los puños
con fuerza. Ya no solo se sentía avergonzada ante Marco, sino que también, de
alguna forma, se sentía responsable de la seguridad de Ángel. Y si algo le
ocurriera...
Muy interesante Irene, aunque la verdad es que me pierdo un poco xD
ResponderEliminarUn beso ^^
Jaja ya, sobre todo después de la última vez que puse algo :S Pero es que tampoco puedo subirlo entero... :-/
EliminarNo te preocupes que te lo soluciono ;)
Un beso <3