Hola a todos. Sé que últimamente no estoy subiendo muchas cosas y es porque, principalmente, estoy entrando en periodo depresivo post-vacacional, y no se me apetece hacer nada aparte del inútil. De todas formas supongo que ahora que se está pasando el verano D'x estaré más activa (espero).
Por ahora lo único que se me ocurre es dejaros con otro trocito de novela. Así que ea, disfrutad, que si no... Nah, no puedo amenazaros xD
Os pongo la continuación porque me parece que este capítulo es bastante importante. No es mucho, pero... En fin. Pues eso.
(Capítulo 7)
Había hecho lo
que su buen instinto le había indicado: seguir subiendo la montaña. Y llevaba
tanto tiempo que ya ni siquiera sabía qué hora era, y su cuerpo, que en tan
buena forma física se encontraba, estaba agotado. Sentía que si daba un paso
más se iba a desmayar. Aun así, se limitaba a apretar los dientes con fuerza y
seguir caminando, ignorando, o al menos intentándolo, el intenso dolor del
costado.
Se había
cubierto, procurando no rozarla demasiado, la herida con la camiseta que se
había quitado, después de lavarla en un arroyo que se encontró poco tiempo
después de retomar su camino. Al principio el frescor le había aliviado la
quemazón y el agua le había limpiado la carne. No obstante, hacía demasiado
calor. Pronto, muy pronto, ya no quedó más que tela sucia, pegajosa y manchada
de sangre. Y al joven comenzaba a preocuparle que la herida no cicatrizara.
Claro que no había tomado reposo...
Jadeando,
mareado incluso, llegó a una zona que se hacía insufriblemente empinada, tanto
por su agotamiento como por su herida. Ponía un pie delante de otro de forma
automática y, aun así, con un esfuerzo increíble. En muchas ocasiones tuvo que
apoyar las manos para no caerse de boca. Líber silbaba a su alrededor,
intentando animarlo, pero Ángel no escuchaba más que una melodía lejana.
También escuchó
un susurro lejano, demasiado lejano como para hacerle caso... Entonces una voz
aguda lo sacó bruscamente, casi violentamente, de su sopor.
-¡No, para! ¡Es
él!
Intentó enfocar
la vista. En ese instante se dio cuenta de lo mucho que le costaba, y de lo
mareado y fatigado que se sentía cuando lo hacía. Aun así, pudo distinguir, en
un rápido parpadeo, una figura oscura que se aproximaba rápidamente, o todo lo
rápido que podía, a él.
Entonces sintió
que lo cogían por el cuello y que se le cortaba la respiración. Alguien soltó
una exclamación de sorpresa. Su espalda golpeó entonces el tronco de un árbol.
Unas manos recorrieron sus alas ferozmente, y luego sus pantalones, cacheándolo
en busca de una amenaza, firmes y despiadadas.
-¡...avid...
arar de una ve...!
La presión en
su cuello fue extendiéndose como el veneno por su cuerpo, sumiéndolo en un
profundo letargo que suprimió suavemente el dolor de su costado.
-Basta.
Ni siquiera
había sido un grito, tan solo una voz lo suficientemente potente que hizo que
la agobiante sensación, que se estaba convirtiendo en el cielo para él, se
detuviera de golpe. Entonces se desplomó en el suelo, sin nadie que lo
mantuviera de pie, y cogió aire entre toses. Y el dolor volvió, tan repentino y
penetrante que le provocó un gemido.
Se apoyó sobre
las manos, sintiendo que le temblaban los brazos. En un breve momento de
lucidez, vio su camiseta tirada en el suelo. Y una figura morena que se agachaba
a cogerlo. Una mata de greñas grisáceas. Tosió. Unos ojos de un color castaño
oscuro e intenso se clavaron en él con seriedad. La comisura derecha de su boca
estaba ligeramente inclinada hacia abajo.
-¿Qué nos has
traído, Kioni?
-Yo...
Intentó que
sonara como una defensa, pero sonó más bien como un quejido de perro apaleado.
No quería parecer débil... Es que se sentía tan pesado... Tan mareado... Tan
fuera de órbita... A la deriva...
-Maldita sea...
Llama a Marco... amos... cesitar ayud...
Eso fue lo último
que escuchó antes de que todo se volviera maravillosamente negro, como una
madre que lo envolvía cariñosamente, mitigando su dolor.