viernes, 22 de agosto de 2014

Historias perdidas: Forget the past

Pues nada, que la historia sigue ^-^ Ahora vuelve un poco al pasado, si lo llevo bien lo haré así hasta el final xD En fin, no tengo mucho más que decir. Espero que os guste y si comentáis, mejor <3


3. Forget the past

After reading the letter, Sam began a strange and intricate search. She asked in every single official site for documents about a man named George Moore. Who was he? Apparently his father, she answered. But in the few places where they agreed to look for some information, all that Samantha obtained was nothing, or just a small amount of basic facts: his complete name, his age, his last job... Nothing about his current home or his phone number.

It was pretty obvious he was in trouble. Otherwise, finding him would be much easier. Soon enough, though, she understood so much effort would be in vain. So, following the man's indications, she visited the place where his sister, her aunt, should be living in.

She rang the bell of the house of that lost village, an uncomfortable and inhospitable spot in the middle of nowhere. However, what she found was nothing she expected, for a really old woman opened the door with a harsh look. It was clear the weather of the place and her age weren't doing her any good; maybe she had been nice some time ago, who knew? In any case, Sam understood that person wasn't Julia, for certain.

'Excuse me, ma'am,' she began politely, caution invading her voice. 'Sorry to disturb you, but... I was looking for Julia Farrell. I've been told she lived here.'

The woman snorted and shook her head in disdain. 'No, miss, I'm afraid she's not. We bought this house a few years ago.' Sam sighed and tried again, wishing her investigation didn't get even more complicated. 'Have you got any idea of where she's gone?'

'No, girl, I can't tell you that. No one here knows.' She stayed silent for a moment, scrutinizing the young lady to finally lower her voice and add: 'I've been asking 'round here, you see? That wretched woman lost her husband in a car accident, you know? Yes. But not only that. Not much time afterwards, she lost her little brother, God knows where. Bang.' She made a strange gesture with her hands. 'He disappeared. So Ms. Farrell took her boy and decided to lose herself in the immensity of this country.' The old woman waved her hand and twitched her mouth. 'Maybe in other. Who knows?'

An overwhelming sensation pricked Samantha's chest. The information the new host had given her wasn't particularly unknown - except for the bit of Julia's husband -, yet she felt her hopes began to vanish. Certainly, someone who had lost so much would do anything that was in her hands to forget the past.

Beginning to doubt the value of that hunt, she said goodbye to the old woman and left. Facts were, Sam felt she needed to find her aunt, not for her father, but because she owed herself a few explanations. There was that urge, that desire, to talk to Mr. Moore. And the first step was getting to his sister.

Maybe it took a long time. What did it matter, anyway? Her last boss had fired her, she had been looking for a new job for months and still she hadn't found a thing. For the time being, all she could do was go after the answers she so badly desired and hope for the best.

sábado, 16 de agosto de 2014

Con la vista hacia el cielo (VIII)

Voy a seguir con esta historia, es lo que mejor llevo ahora mismo ;) Si esperáis poesía, lo siento, pero últimamente no estoy muy inspirada 3-( Es justo la siguiente parte de la publicación anterior, que está aquí. ¡Qué disfrutéis! :D

(Capítulo 7)

Miró rápidamente a su alrededor, inseguro, sin saber muy bien cómo proceder. Cuando escuchó, sin embargo, los pasos de los cazadores extremadamente cerca, se lanzó hacia el árbol más cercano, ocultándose tras su (afortunadamente) grueso tronco. Aun así, tardó un rato en recogerse las alas, lo cual le costó bastante, teniendo en cuenta que se había acostumbrado a tenerlas bien acopiadas. Maldijo una y cien veces al alado que se había marchado con su único punto de referencia en aquel confuso mundo.
Probablemente eso fue lo que lo delató. Las alas. Esas malditas alas, un inútil amasijo de plumas. El chico tuvo unas ganas horribles, casi enfermizas, de arrancárselas de cuajo cuando escuchó a unos de los agentes:
-¿Has escuchado eso?
-¿El qué?
-Algo. Como un roce...- Con el corazón latiéndole a mil por hora, el joven cogió aire; algo que no debería haber hecho, por mucho que hubiera intentado ser sigiloso-. Sí, aquí hay alguien.
Su tono de voz, tan seguro y animado, casi eufórico, hizo que saliera de su escondite rápidamente y golpeara en la cara al guarda más cercano, quien, sorprendido, soltó un grito de dolor y se tropezó, hasta caer de espaldas. No tuvo mucho tiempo de sentir remordimientos, porque enseguida escuchó el ruido del seguro de un arma.
-¡Alto! ¡Pon las manos en alto ahora mismo!
Lo primero que se le ocurrió, sin ni siquiera pensarlo, fue volverse rápidamente y darle un codazo antes de que pudiera reaccionar. Casualmente, logró darle entre el cuello y el pecho, dejándolo sin respiración. Movido por un instinto, aprovechó el momento para tirarlo al suelo, aunque no sin que antes se escuchara un estrepitoso ruido, más penetrante que el de una avalancha. El joven sintió calor en el costado, pero no le prestó atención. En cambio, salió corriendo, no sin antes escuchar unas palabras que resonarían en su cabeza durante mucho tiempo:
-¡Joder! ¿Lo has visto? ¡Es uno de ellos! ¡Un maldito mutante!
Otra vez. Otra vez, sus pies se movían lo más rápido que podían. Otra vez, como entonces. Solo que ahora sus piernas eran firmes, su corazón latía con seguridad y sus músculos eran capaces de soportar el peso de las alas.
Así fue como, al cabo de unos veinte minutos corriendo, consiguió perderlos. Y todo sin alzar un ápice las alas del suelo. Y, cuando se detuvo, fue porque estuvo a punto de caer al vacío. Sin que él lo supiera, habían estado escalando una montaña. Y había llegado a un borde que se encontraba unos cuantos metros por encima del suelo.
Al sentir el suelo desmoronándose bajo sus pies y aquella sensación de vértigo que precede a la precipitación al vacío, se detuvo de golpe y retrocedió de un salto. Se quedó observando el precipicio que se extendía ante él, preguntándose si habría sido capaz de volar entonces, de haber llegado a caer. Una sensación de pánico comenzó a recorrer sus venas, como agua helada, al plantearse la sola idea, por lo que rápidamente se deshizo de ella. Tanta altura...
Cogió aire lentamente, apenas consciente de la presencia de Líber, que no lo había abandonado en ningún momento. Permaneció allí un rato, en una posición tensa, esperando escuchar algún paso o algún susurro apurado. Como no fue el caso, comenzó a relajarse. Observó la ciudad, que se extendía a lo lejos, con edificios tan altos e imponentes que se veían a distancia. Volvió a inspirar una bocanada de aire, y el dolor del costado volvió, tan real y repentino que le cortó la respiración. Siseó, cerrando la mandíbula con fuerza, y se despojó rápidamente de la camiseta lanzándola a un lado.
Comenzó a estudiar su piel, tan pálida como siempre... menos en la zona inferior de su costado derecho. Allí tenía una marca rojiza, algo ensangrentada. La bala no le había alcanzado directamente, pero le había dejado una quemadura rosada y bulbosa que le provocó náuseas. Probablemente no fuera tan malo como parecía - solo tenía que tratárselo en condiciones, desinfectárselo -. Pero para eso, tenía que reunirse con los demás.
Suspiró. Cerró los ojos y luego los abrió. Se quedó así, con la vista hacia el cielo que se abría sobre él, claro y despejado. Tenía que encontrarlos. Muy a su pesar, los necesitaba.

viernes, 8 de agosto de 2014

Fragmentos: Con la vista hacia el cielo (VII)

Pues nada, aquí os dejo otra parte :D Si queréis ver el resto, mirad en la página Fragmentos. Los comentarios siempre se agradecen ;)


(Capítulo 7)

-¡Alto!- ordenó una voz potente, grave, que hizo que se detuvieran en un instante.
Ambos volvieron la cabeza y se encontraron - bueno, más bien él se encontró - con una mirada fría y calculadora. Había un hombre joven, de unos veinte años, bastante musculado y, aun así, postrado ligeramente sobre una rama, como si no fuera más que un pajarillo. Y no era un pajarillo, pero tenía dos enormes protuberancias blancas y emplumadas a su espalda, y las abría ligeramente, en la posición perfecta para mantener el equilibrio. Dejó al chico, que en su vida había visto a alguien como él, completamente estupefacto.
Lo más increíble de todo era que los estaba apuntando con una ballesta. O, mejor dicho, a él, otra vez; no tardó ni medio segundo en levantar los brazos. Kioni parecía completamente tranquila, tan solo alzaba levemente las manos en un gesto conciliador. El otro la miraba de reojo, con una pregunta en la mirada: "¿Está limpio?" La joven asintió, sin pronunciar palabra.
-¿Lo has comprobado?- preguntó el otro, con la tensión reflejada en su tono de voz. Kioni hizo un gesto de cabeza hacia Ángel, con las cejas alzadas, como invitándolo a corroborarlo por sí mismo.
El hombre, que se encontraba a dos metros del suelo, saltó y planeó suavemente, abriendo las alas apenas cincuenta centímetros, hasta llegar a donde estaban. Durante unos segundos, permaneció enfrente del muchacho, mirándolo fijamente a los ojos, como intentando descubrir algún secreto en su expresión. Este intentó mantener la calma, aunque por dentro temblaba de miedo: seguían apuntándolo con un arma, al fin y al cabo.
-No tienes cara de psicópata- dijo por fin, colocándose a su espalda-. O actúas mejor que Roger Harrison, porque pareces acojonado.
-¿Quién es Roger Harrison?- preguntó, dubitativo, mientras dejaba que le subiera la camiseta. Frunció el ceño, irritado. Estaba harto de que le examinaran las alas, como si fueran de plástico.
-Oh, empezamos bien. ¿Cómo es posible que...? Espera, ¿qué es esto?- inquirió con irritación.
Kioni quiso detenerlo, pero antes de que ninguno pudiera hacer ni decir nada, el hombre descargó una flecha y con ella cortó el cinturón que mantenía las alas del joven sujetas, haciendo que resbalaran y cayeran al suelo con un golpe suave, amortiguado por las blandas plumas. Aun así, eso no evitó la exclamación de protesta de Ángel.
-Vaya, qué raro- musitó el otro, entre confuso y desconfiado. Le lanzó una mirada suspicaz al chico, que se había vuelto rápidamente y se había puesto a la defensiva, intentando ocultar tristemente las alas tras él-. Creía que te las habían amarrado para que no pudieras volar. Los muy capullos suelen hacerlo.
-¿Y no crees que si hubiera sido así, ya lo habría cortado yo?
-Eh, podía ser que no tuvieras material para hacerlo- se defendió el hombre.
-¿Sí? ¿No conoces lo suficiente a tu amiguita para saber que siempre lleva una hoja afilada encima?
El otro frunció el ceño, irritado por la razón del chico, y aun así se dispuso a replicar. Sin embargo, Kioni lo interrumpió.
-No sabe volar, Marco.
Eso hizo que el tal Marco diera un brinco, sorprendido. Miro a su compañera, y luego al muchacho que iba con ella, sin mucha seguridad.
-¿Eso no es un poco raro? ¿De dónde has sacado a este tipo, Kioni?- añadió entonces, con más enfado que otra cosa.
-¡Eh, que me lo presentaron en el Ojo Negro! No sé qué le han hecho.
-No me han hecho nada- protestó el chico, alejándose un par de pasos-. Lo que pasa es que no he tenido el privilegio de tener a alguien que me enseñe.
-Por suerte, no es necesario que nadie nos enseñe- rebatió Marco, con los ojos entrecerrados-. ¿Por qué no recoges las alas?
-No puedo.
-¿Que no puedes?- repitió, dubitativo-. Entonces quizás sea algo nervioso... Si te toco...
Se acercó un paso a Ángel y este se apartó rápidamente, mohíno, intentando proteger sus alas con las manos.
-Sí, lo noto perfectamente.
El hombre alado pareció relajarse. Le quitó importancia con un gesto de mano, dejando que su irritación se reflejara en su rostro.
-Entonces solo es algo psicológico. Presión social, o algo así.
-No le gustan las alturas- aportó la joven tranquilamente, como si no fuera ninguna molestia para Ángel que desvelaran uno de sus secretos peor guardados-. Palabras textuales.
Marco enarcó las cejas. Entonces comenzó a reírse a carcajadas. El muchacho, que había permanecido en silencio, pálido como el papel mientras esperaba exactamente esa reacción, le lanzó una mirada furibunda a Kioni. Esta se puso completamente roja, o se habría puesto, porque el color oscuro de su piel ocultaba completamente su rubor. Eso era algo que le venía bien.
-Vaya, eso es algo nuevo- observó alegremente el hombre-. Es como un pingüino al que le da miedo el agua.
Y siguió riéndose. No paró hasta un par de minutos más tarde, en los que el chico permaneció callado, cruzado de brazos y enfurruñado, sin ser capaz de ocultar su vergüenza como lo hacía la joven. Mientras, esta fruncía ligeramente el ceño y se arrepentía de haber abierto la boca, pues debería haberse imaginado lo que iba a suceder. Había comprendido que el tema de las alturas era algo de lo que a Ángel no le gustaba hablar, y conocía a Marco. Sabía que era indiscreto y bastante chismoso. En definitiva, la había liado.
-Bueno, más vale que nos pongamos en marcha- dijo por fin, sin dejar que una sonrisa burlona desapareciera de su cara-. A Raúl le va a interesar mucho...
El chico miró dubitativo a su compañera, pero esta se limitó a acercarse a Marco, dispuesta a seguirlo, sin ni siquiera molestarse en lanzarle una sonrisa de ánimo o, por lo menos, una mirada de confirmación. Eso lo irritó bastante.
-¡Corre, es por aquí!
La sangre se heló en las venas de los presentes. Cruzaron miradas de pánico, miradas sombrías. Sin una palabra, el hombre cogió en brazos a la joven y desplegó sus enormes alas. A continuación, clavó su mirada, fría y seria, en la de Ángel.
-Lo siento, pero no puedo con los dos. No puedo obligarte a volar, aunque te lo recomiendo.
Aquellas fueron sus últimas palabras antes de agitar sus extrañas articulaciones, produciendo un suave revoloteo, y alejarse sigilosamente de allí, ocultándose entre el frondoso - o lo más frondoso que podía ser en aquella época - ramaje. Y él se quedó allí, solo, observando estupefacto el lugar por el que habían desaparecido. Haciendo algo que supuestamente él debería poder hacer.
Pero no podía. No sabía. Y estaba solo. Lo único que le quedaba de su supuesta compañera era una oscura mirada, llena de preocupación y culpabilidad.

lunes, 4 de agosto de 2014

Historias perdidas: Black and white

Otra vez de vuelta xD Sé que no escribo muy a menudo, pero con eso de que es verano, ni tengo ganas ni tiempo... Qué vaga soy ¬¬ En fin, nueva continuación de The bamboo cane; aquí os dejo la segunda/primera parte (teniendo en cuenta que lo primero que puse era una especie de prólogo, lo estoy escribiendo con un formato extraño xD). Pues eso, disfrutadlo ;)

2. Black and white
'Where's your mom?'

As soon as the words left her mouth, she felt stupid and hated herself for such typical question. A good way of building some kind of friendship with that unusual boy would have been asking something like: "Why do cats fight dogs?" or "Is it true that unicorns don't exist?" or "What's the dark side of the moon like?" That questions would've proven the child's ingenuity and would have probably drawn a smile on his face, stimulating his imagination. Instead, she had to be just like another ordinary adult.

'She told me not to talk with strangers.' The woman frowned, but the boy soon added, shrugging: 'Anyway, I don't care too much. I don't think that would help too much when I can run away whenever I want.'

Sam smiled, as the child was as clever and mature as she thought he seemed from the first moment. Then her expression turned serious as she scrutinized him. 'Well? I hate to ask what every other adult would have asked, but it is undoubtedly peculiar to see you standing here, all alone.'

'I told you,' he answered then, apparently not understanding her insistence. 'She's either home, or already searching for me. She's too busy to keep an eye on me. And she doesn't let me play enough, so I go searching for mystery in my own.'

'On my own,' corrected the woman. 'I see. But it is dangerous to be so close to the shore, little friend. You should listen to your mother, at least about this matter.'

As to prove her argument, a wave hit the sand with such strength that the water splashed, making a loud noise, and soaked the hair and clothes of the child. At the same time he closed his eyes firmly, protecting them from the salty water with his eyelids. Some strands of black hair - even darker now, due to the water's effect - covered his pale face; it was not beautiful, but rather pretty, in a strange sense of harmony. Like a magpie, black and white in its elegant simplicity, the slender figure of the child followed the wind.

'Maybe you're right,' the boy finally accepted. He didn't say anything else. Sam hesitated, breathed in and made her mind up. 'Is your mother called Julia? Julia Farrel?'

The boy stared at her a long moment before slowly saying: 'I don't think you know my mother. She's not called Julia. I won't tell you nothing else about her, she wouldn't like it.'

'Anything.' He tilted his head, incomprehensive, and she sighed. 'I guess I'll take you home. If you want. I'll understand it if you don't trust me, but I'd rather check you get safely back home.'

He smiled uncomfortably. 'I'm sorry. I'm sure you have good intention. But for you, I'll do something. See that woman over there? She's the mother of one of my classmates. I'm sure she'll take me back home. Thank you, miss...'

'Cardigan,' she answered, surprising herself. 'My name is Sam Cardigan.'
Pokemon - Vulpix