La historia continúa ^-^ Os digo lo mismo de siempre: comentarios, opiniones, todo se agradece; ahora mismo me centraré en esta novela y en el relato en inglés, y también en la sección de poemas. Si tenéis sugerencias, estoy abierta a ellas ;)
(Capítulo 6)
Habían caminado
durante, al menos, seis horas seguidas, sin detenerse siquiera a comer ni a
beber, sino que, ante la insistencia de la joven, lo hacían mientras
continuaban su recorrido. No habían descansado ni un solo segundo, excepto en
caso de tener que cubrir las necesidades básicas, claro.
Al final,
cuando la noche era bien cerrada - Ángel ni siquiera sabía si el día había
acabado ya -, tuvieron que detenerse para relajar un poco los músculos, que
ambos, aunque en ningún momento se quejaron, sentían pesados y cansados.
Escogieron un terreno que era entre rocoso y frondoso (al menos, todo lo que podía serlo en un
lugar como aquel). Una vez hubieron retirado ramas y hojas para acomodarse al
terreno, Kioni se quitó su bolsa y la colocó en el suelo. La abrió, rebuscó en
ella y encontró lo que quería. Sacó un pequeño cilindro de tela con una fina
base de metal. A continuación, le dio a un botón y lo dejó rápidamente en el
suelo, retrocediendo de un salto.
No pudo evitar
compararla con las del lugar de donde provenía. Habían sido desarrolladas, sí,
pero era, sin duda alguna, una adquisición viable para casi todo el mundo. Había
aprendido que era un método por el cual la tela estaba enroscada gracias a unos
alambres (muchos más baratos) en un círculo. Para abrirla, solo había que
retorcerla un poco. Cerrarla era otra historia, claro; no obstante, el truco de
la caravana era que nunca se cerraban.
-¿De... De
dónde... has sa... sacado esto?- tartamudeó el muchacho a duras penas.
Su compañera
extrajo un fuego artificial portátil de su bolsa. No daba tanta luz ni tanto
calor, pero en un lugar como aquel, era suficiente. Sobre todo porque no hacía,
precisamente, frío.
-Unos
excursionistas se toparon conmigo- replicó tranquilamente, encogiéndose de
hombros-. Iban con ropa demasiado cara para ser aventureros corrientes.
Ricachones que se estaban dando un caprichito. Me choqué sin querer con uno de
ellos y se le cayó casualmente.
-Vamos, que la
robaste- replicó en tono acusador, mirándola significativamente.
-Tampoco es
para tanto. No es que la fueran a echar de menos, la verdad. Seguramente tenían
de repuesto; o más bien, estaban de vuelta.
A continuación
cogió dos paquetes de su bolsa. Uno lo reconoció como comida de acampadas. Una
sopa con carne y verduras que se colocaba directamente encima del fuego, sobre
una especie de trípode que o bien te lo improvisabas tú, o bien te lo comprabas
- Kioni lo había improvisado con unas cuantas ramas -. Después de unos tres
minutos, estaba listo para comer.
El otro paquete
eran pipas. La chica se sentó, lo abrió y peló unas cuantas. Entonces extendió
una mano mientras contemplaba el fuego, apoyándose en un tronco que tenía
detrás. El alado se quedó un rato quieto, confuso, sin comprender qué
significaba aquello. Entonces Líber dio un silbido, se bajó de su hombro y
revoloteó hasta la mano de la joven, que permanecía impasible.
-Líber no se
acerca a nadie- anunció el chico, entre receloso y mordaz. La otra volvió a
encogerse de hombros.
-Yo no soy como
los demás. ¿Sabes? Me gustan los pájaros. Aunque me dan un poco de envidia.
Tienen tanta libertad... Pueden volar por kilómetros y kilómetros por el cielo.
Como vosotros.
-De momento no.
Pero no te preocupes- añadió, indulgente-, cuando lleguemos te enseñarán
enseguida.
-¿Y quién ha
dicho que yo quiera volar?
Kioni lo
contempló con los ojos entrecerrados, recelosa y desconfiada.
-¿No quieres
volar?
El chico miró
hacia todos lados, inseguro y avergonzado. Se mordió la lengua y la mejilla.
Finalmente, cuando comprobó que la muchacha no iba a retirar la mirada ni a
cambiar de tema, suspiró y admitió:
-No... me
gustan las alturas, ¿vale?
-¿Tienes
vértigo?
Su voz sonaba
entre incrédula, divertida y compasiva. Ángel le lanzó una mirada fulminante, pensando
que se estaba riendo de él.
-No me gustan
las alturas- reiteró-. Ya está. ¿Además, a ti qué te importa?
-Oye, relájate-
espetó ella, irritada-. No te estaba diciendo nada malo. Solo... me ha
sorprendido, nada más. Tampoco es imposible que suceda algo así, la verdad-
añadió, esbozando una sonrisa. El alado se dio cuenta de que estaba intentando
hacer que se sintiera mejor-. Mirándolo por el lado bueno, así no tengo que
tenerte envidia. Habría sido bastante molesto.
-Ja, ja.
Kioni comenzó a
reírse a carcajadas, pero se detuvo ante la expresión de fastidio del otro.
Entonces se puso seria, aunque no pudo reprimir la sonrisa que afloró en su
rostro, bajo las sombras de la capucha.
-Bueno, ¿qué?
¿Vas a sentarte algún día?
Resignado,
Ángel ocupó un lugar enfrente de la muchacha, observando cómo la bolsa se
inflaba poco a poco sobre el fuego. En aquel mismo instante, la chica la
recogió.
-Espero que
tengas tu comida. Yo he cogido la justa para la ida y la vuelta.
-Claro- murmuró
entonces el chico, quitándose la bolsa y rebuscando en ella.
Sacó agua y
comida y puso la primera a hervir. Luego le añadió zanahorias, guisantes y un
poco de carne envasada, con sal añadida, que Zorro le había dado. Quizás no era
tan fácil de preparar como la comida de la otra, aunque por lo menos le daba
algo con lo que entretenerse.
-De todas
formas, él querrá que aprendas a volar.
Sorprendido, el
joven levantó la vista. Los oscuros ojos de Kioni reflejaban el fuego, que
formaba sombras en su rostro, dándole un aspecto imponente. Entonces se quedó
sin aire durante un segundo, porque hasta aquel momento no había visto su
rostro de verdad. Sus pómulos eran altos y marcados, sus labios gruesos y
oscuros. Su nariz era grande y chata. Quizás no fuera perfecta; tenía las
orejas un poco pequeñas y los rasgos demasiado angulosos para su aspecto.
Además, cuando abría la boca se le veía un diente un poco torcido. Aun así,
todo aquello parecía una nimiedad comparada con la realidad. Y la realidad era
que le pareció bellísima.
El joven se
repuso rápidamente, aclarando la mente como Bicho le había enseñado para poder
disparar una pistola.
-¿Có... Cómo
dices?- respondió por fin, dándose cuenta de que se había olvidado de lo que le
había dicho. La otra exhaló.
-Él es el jefe
del clan. Aún no quiero revelarte su nombre por si... Por si acaso- concluyó-.
El caso es que te hará volar. Lo siento, pero es así. Ten en cuenta que
vuestras alas son una ventaja. Podéis escapar con mayor facilidad de los demás.
Y... Bueno, es lo que sois. No podéis evitarlo. Ni rechazarlo.
El joven bufó
con fastidio, sin embargo, no añadió nada más. Ya se enfrentaría a ese tal
"él". Vería lo que le diría. No podía obligarlo a volar. ¿Qué pensaba
hacer? ¿Tirarlo por un precipicio? Lo recorrió un escalofrío. Realmente deseaba
que no fuera así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Comentas? *oo* I shall be forever grateful