(Capítulo 5)
Consciente de
que iba a empezar su turno de noche, decidió aprovechar la hora libre que le
quedaba para correr un rato. Esperaba que Zorro le pagase bien por aquel día,
porque en aquel edificio hacía un calor terrible y, con el sudor, le resultaba
bastante más difícil esconder sus inmensas alas. Había pillado a Rata
escrutándolo con suspicacia más de una vez.
No había vuelto
a pensar en lo que le dijeron la primera noche sobre que había más como él. No
quería venirse arriba con esperanzas de encontrarlos. De hecho, ya ni siquiera
se tomaba la molestia de intentar recoger aquellas extremidades. Había asumido
que era algo a lo que estaba condenado, y que no podría deshacerse de ellas, de
la misma forma en que no lograba dominarlas. Su mayor problema estaba en que
resultaba casi imposible ocultarlas. Sin embargo, se sentía casi como un chico
normal, bajo la protección de un clan que lo cuidaba. Lo más parecido que había
tenido a una familia, aparte del padre Javier y Pol.
-Zorro quiere
hablar contigo.
Su expresión
era grave y seria, lo cual al joven no le gustó ni un pelo. Como siempre, Bicho
sabía qué era lo que el jefe se traía entre manos, pero de ninguna forma se lo
iba a decir. Aún así, fue capaz de percibir hasta un poco de tristeza y
desilusión en su mirada, y eso lo asustó. Lo asustó casi más que su huida del
orfanato, porque no sabía qué era lo que había sucedido para provocar ese
sentimiento en los demás, en su familia. Quería temerse lo peor y, sin embargo,
no era capaz.
Bicho le indicó
que fuera a su despacho, lo cual le sorprendió bastante, teniendo en cuenta que
casi nunca se encontraba allí. Sin embargo, en los últimos días parecía que
estaba pasando en aquella claustrofóbica sala demasiado tiempo.
El joven llamó
un par de veces a la puerta, y una serena voz lo invitó a entrar desde el
interior. Al entrar en la habitación se encontró con la mirada tranquila y la
expresión apaciguada del jefe. Lo vio sonreír por primera vez; sonreír de
verdad, no con esa amarga sorna que llevaba siempre puesta, como un abrigo que
lo protegiera de todo.
-¿Ha pasado
algo? ¿He hecho algo mal?
-No, claro que
no- respondió Zorro; durante un instante, Ángel sintió alivio. Aún así, la
expresión y la sonrisa del otro le provocaron intranquilidad-. Solo ha sucedido
algo... que puede que te interese.
-¿Algo?-
repitió el muchacho, receloso-. Algo como qué.
-Ven. Quiero
presentarte a alguien.
El líder lo
guió fuera del despacho, de nuevo en el mercado, que se estaba quedando vacío.
No quedaba ni un cliente, ni siquiera de los más rezagados. Todo lo que quedaba
eran mercaderes que recogían sus cosas en las cajas y que se disponían a irse
ya. Al menos, eso era lo que le había parecido al principio. Porque a medida
que caminaban, el joven distinguió una figura oculta en las sombras, en un
rincón de la sala, observándolo todo con aire atento.
Cuando
estuvieron a escasa distancia, pudieron distinguir a la persona, que volvió el
rostro hacia ellos. El muchacho quedó tan asombrado, que durante unos segundos,
quizás minutos, no fue capaz de articular palabra. No sabía qué era lo que
había esperado exactamente, pero no a aquella chica, desde luego. Tenía la piel
tan oscura que era difícil distinguir sus rasgos con la poca luz que había. Aún
así, pudo vislumbrar unos ojos grandes y castaños, de un color tan oscuro que
casi parecía negro. Su cabello caía, salvaje, alrededor de su cara, en un
millar de trencitas decoradas con cuentas.
Resultaba
extraño, porque era el único toque de color que llevaba. Lo demás era una
sudadera negra, cuya capucha ocultaba aún mejor sus rasgos, y unos pantalones
azul marino. Su ropa estaba rematada por unos botines de lona negros con
cordones blancos.
Clavó su mirada
en él con curiosidad, evaluándolo de arriba abajo. Sus primeras palabras en
aquella conversación fueron:
-¿Este es el
chico?
Tenía un acento
fuerte y marcado, pero su voz sonaba suave y fuerte al mismo tiempo. Zorro
contestó con aquella frustrante sonrisa:
-Sí.
-Interesante.
Oculta bien las alas. Parece que solo esté jorobado.- De repente, su mirada se
volvió dura mientras lo miraba a los ojos-. Enséñamelas.
-¿Qué?-
respondió el alado por fin, con un tono confuso y dubitativo. Enseguida se
sintió estúpido.
-Que me enseñes
tus alas- repitió la chica, fulminándolo con la mirada-. No pretendías que me
creyese el cuento sin comprobarlo, ¿verdad?
-No, yo...-
Recuperó la compostura, indignado, devolviéndole una mirada de suspicacia-.
Espera un momento, ¿cómo sé que puedo fiarme de ti?
-Lo siento,
chicos, no os he presentado- intervino Zorro, y los muchachos recordaron
repentinamente que no estaban solos-. Esta es Kioni. Kioni, nuestro amigo aquí
presente es Ángel. Aunque por aquí le llamamos Pollo. Ya sabes...
-Ya, ya, bueno.
Deja de contarme historias y vamos a lo que vamos.- Nunca había visto a nadie
hablarle así a Zorro, excepto, quizás, Pantera; e incluso ella se limitaba a
bromear-. ¿Me enseñas tus alas o no?
-¿Qué quieres?-
murmuró la otra con tranquilidad-. Algunos disfraces son muy buenos. Los usan
para pillarnos.
-Si este chico
es un fantasma, actúa tremendamente bien- aseguró Zorro, solemne.
-Los buenos
actores son los más peligrosos, Jaime. Por eso tengo que comprobarlo.
Durante un
instante, le costó comprender que con ese nombre se refería al jefe. Llevaba tanto tiempo llamándolo por su apodo que casi se le había olvidado cómo se
llamaba, y con su propio nombre casi le pasó lo mismo.
Notaba las
manos de la otra recorriendo sus alas, acariciando sus plumas, frotándolas
entre sus dedos y palpando las articulaciones. Por fin pareció darse por
satisfecha, porque retiró las manos y retrocedió un tanto.
-¿Y bien?-
quiso saber Zorro, entre nervioso e inquieto.
-Está limpio.
Sus alas son cien por cien verdaderas.
-Vaya- repuso
el joven con amargura-. Si me hubieras dicho que son falsas me habrías dado una
grata sorpresa.
Kioni le lanzó
una mirada confusa, pero cuando se recompuso, le lanzó una sonrisa de disculpa.
-Lamento lo de
la inspección. Sé que es bastante incómodo... Oye, ¿por qué tienes las alas
amarradas con un cinturón?- preguntó entonces, entre avergonzada y extrañada.
-Oh, eso...- El
otro se ruborizó y desvió la vista; aunque había supuesto que le harían esa
pregunta, no se le apetecía nada responderla-. En realidad es que no sé
recogerlas. No sé moverlas. No sé controlarlas, punto.
-Vaya. Eso...
parece nuevo- respondió la chica con incertidumbre. Entonces le quitó
importancia con un gesto de mano y esbozó una gran sonrisa, oculta bajo las
sombras de su capucha-. No te preocupes. Seguro que el clan te ayuda con eso.
-¿El clan? ¿Y
tú quién eres?
-Digamos que
soy... su portavoz.
Hacía un rato
que el chico se había dado cuenta de que la recién llegada no tenía alas. Le
había llevado un rato acostumbrarse a la oscuridad, pero su espalda no
presentaba el más mínimo bulto.
-Bueno,
¿entonces qué? ¿Te vienes?- preguntó alegremente.
El joven la
miró un momento, y luego a Zorro. Así que se trataba de eso. El problema era
que no comprendía por qué el jefe quería deshacerse de la mano de obra. Y así
se lo preguntó. Él contestó con un despreocupado gesto de mano:
-Nos las
apañaremos sin ti, campeón. Además, me quedaré con tu yegua. Eso ya es algo-
repuso, recuperando su sonrisa irónica, lo cual lo tranquilizó bastante.
-Pero...
Zorro... No es por ofender, pero me estáis dando a escoger entre un grupo de
desconocidos y la gente que me ha dado trabajo y a quien ya considero mi
familia.
Hizo un gesto
de balanza con ambas manos, con las cejas alzadas expresando lo obvia que resultaba
la decisión. Entonces el hombre se puso completamente serio, y aquella
expresión le provocó una punzada en el pecho al joven.
-Chico, debes
reconocer que no eres normal. Y me gustaría que estuvieras con gente que te
comprendiese y te ayudase. Además...- Dudó un instante, pero añadió-: Me
gustaría que al menos uno de nosotros se salvase. Y preferiría que fueras tú.
Eres como el niño que la caravana adoptó- apuntó con una jocosidad que resultó
demasiado forzada.
-¿Me estás
diciendo que tiráis la toalla?
El tono
acusador y decepcionado del alado casi derribó las murallas que el jefe se había
construido. Casi.
-No tiramos la
toalla- dijo, encogiéndose de hombros-. Pero todos sabemos que tarde o temprano
caeremos. Y el clan de Kioni está mucho más protegido que este mercado. Haznos
un favor a todos y vete a recoger tus cosas.
Ángel se quedó
un rato mirando al jefe. Su ejemplo a seguir... más o menos. Su segundo padre.
Su amigo. Zorro. Jaime. ¿Qué más daban los nombres? Era lo mejor que había
conocido en los últimos meses, una familia de verdad. Y le estaba pidiendo que
se marchara. En busca de un futuro mejor, cierto. Que él no quería. Igualmente,
supo que lo haría. Que se iría con la chica desconocida. Porque el líder se lo
había pedido.
Volvió la
mirada hacia los ojos de la recién llegada. Su expresión decía claramente:
"Lo siento."
Bueno, como ya sabes, me encanta cómo escribes y con cada fragmente que escribes me entran más ganas de leerlo xD
ResponderEliminarY, bueno, te pondría más pero sería repetirme así que te digo que, a) me gusta mucho lo que escribes y b) te he nominado a una cosa (aunque aún no he publicado la entrada).
Sigue escribiendo así :)
Un beso ^^
Oh graciaas!! :D Y no hace falta que pongas más, sabes que con eso me basta ;) Por lo menos sé que alguien se lee mis entradas :P Me pasaré por tu blog ^-^
EliminarUn beso guapaa!! :3