Esta vez traigo, tal y como os prometí, la segunda parte del relato que presenté al concurso de Abracadabrantes (no os lo leáis sin leeros lo demás e.e) Aquí tenéis la primera y la segunda parte de Cuando despiertes.
De momento es lo único que he escrito, pero estoy en ello :3 ¡QUÉ LO DISFRUTÉIS!
Primera parte:
Chispas
Estoy muy cansada. Más cansada que antes, incluso. Es
como si hubiera estado luchado contra algo durante mucho tiempo, y todavía no
sé el qué. Como si hubiera estado intentando escapar de sombras que pretendían
alcanzarme con sus largos dedos. No soy suya. Quiero ser libre. Quiero volver a
su lado.
Es lo que me ha mantenido luchando. Es lo que me ha
impedido sucumbir a las delicadas y frías manos. Esta vez no eran recuerdos.
Los recuerdos, por algún motivo extraño, por alguna razón que no comprendo, han
dejado de perseguirme.
Todo desde que aquella voz me habló, desde que aquella
voz me dijo que ya no era la superviviente. Desde que me preguntó si había
valido la pena. Me entró el pánico. Mis prioridades han cambiado drásticamente.
No, no habría cambiado lo que hice por nada del mundo. Sé que le he salvado la
vida, tuve que hacerlo. Porque... ¿Cómo sucedió todo? Por primera vez en
demasiado tiempo, rebusco en mi memoria como si fuera un baúl desordenado y
polvoriento, hasta que encuentro lo que quiero: luz, dolor, explosión.
Sí, fue bastante potente. Tuvo que acabar con todos los
policías... Pero él también estaba allí. No. No puede ser. Es imposible...
Tiene que haber sobrevivido, sé que lo ha hecho, si no...
«¿Ves, Verónica?» me reprocha la típica voz de mi cabeza,
la voz que me mantenía con vida; pero ahora suena cansada, derrotada, quebrada.
Ya no la necesito, solo necesito a mi voluntad; puedo sobrevivir tomando las
decisiones correctas. Puedo hacer que nadie resulte dañado por mi culpa...
¿verdad?
No me había dado cuenta, pero mis pensamientos pierden
viscosidad, pierden espesura, y de repente mi consciencia trabaja con mayor
eficacia y rapidez. «Deja de autocompadecerte, Verónica», susurra una voz
nueva, una voz amable, la que me animó a luchar contra las sombras. «Ahora
mismo lo que tienes que hacer es ver dónde estás. Hasta que no abras los ojos,
no podrás saber si él está bien.»
Abrir los ojos... Es cierto, los tengo cerrados.
Lentamente, siento cómo voy recuperando mis sentidos, y la verdad es que la
sensación no me gusta. ¿Cuánto tiempo llevo así? Mis brazos y mis piernas no
responden, a pesar de todo. Me asusto. ¿Qué me pasa? Noto una extraña atmósfera
que me envuelve, me siento segura y al mismo tiempo... incómoda. No es como si
me doliese algo. Simplemente, estoy débil. Quiero abrir los ojos, eso es.
Quiero ver, quiero oler, quiero tocar. Quiero volver a mirarlo a la cara.
Quiero sentirme viva...
Por fin. Es un cosquilleo extraño, pero sé lo que siento:
la punta de mis dedos. Algo cálido y suave presiona las yemas. En un instante
es como si notara los impulsos recorriendo cada neurona y, un segundo después,
de alguna forma que no llego a comprender del todo, mi dedo índice se sacude
ligeramente.
Un cambio en la presión de las yemas, pero todavía no
puedo identificarlo con claridad. Murmullos lejanos... ¿Qué es esto? ¿Estoy
acompañada? ¿Quiénes son? ¿Acaso son ellos, me han cogido después de todo? ¿Son
los responsables de que, contra todo pronóstico, siga con vida, para así poder
diseccionarme cuando cada célula de mi cuerpo esté aún viva? O si no... Es
posible que sea él. Por supuesto que está esa posibilidad. Probablemente la
onda de expansión no fuera lo suficientemente fuerte como para que me saliera
el tiro por la culata. Al menos eso espero.
Odio estar sola en mi cabeza. Me obliga a pensar
demasiadas cosas.
-Verónica...- la voz adquiere fuerza; es grave y amable,
y parece desesperada-. ¿Me escuchas? Si me escuchas mueve la mano, ¿vale?
Como si fuera fácil... Qué se le va a hacer, al menos
tengo que evitar que piensen que soy un caso perdido. Me concentro. Con todas
mis fuerzas. De verdad, lo prometo. Y lo único que consigo es que mis dedos se contraigan,
apenas medio centímetro.
-¡Ves!
Suficiente, parece.
-Vale, vale. Tranquilo.
-Si ya te lo he dicho, y tú venga a decir que me estaba
imaginando cosas...
-Solo quería que no te hicieras demasiadas ilusiones, M.
A veces el cerebro nos juega malas pasadas.
-Ya, ya. ¿Vas a hacer algo o no?
-No puedo hacer nada. Si consigue despertar, tiene que
hacerlo sola.
-Oh, venga ya.
-Mm... En todo caso, puedo intentar ayudarla a beber. Así
quizá comience a movilizarse... Pero también es peligroso. ¿Y si se le va hacia
los pulmones y no puede toser?- Aj-. No, no puedo hacerlo.
Gracias.
-Imbécil- le espeta la primera voz. Claramente, no está
pensando con frialdad. El otro parece pensar lo mismo, porque lo ignora
completamente.
No sé cuánto tiempo pasa hasta que por fin puedo tomar
una bocanada de aire, torpe y entrecortada. Deslizo ligeramente un brazo sobre
una superficie suave. Cierro la otra mano. Cuando lo siguiente que hago es
abrir los ojos, su cara ya está a escasos centímetros de la mía, como si
creyese que observar cada átomo de mi cuerpo lo ayudará a comprender qué me
está pasando. Sus ojos demasiado pequeños están exageradamente abiertos. Con
admiración, incredulidad... No sabría qué decir.
Frunzo el ceño lo mejor que puedo, aunque parece que se
me ha olvidado cómo se hace, e intento musitar algo, pero lo único que sale de
mi garganta seca es un triste gruñido.
Lo siguiente que sé es que me besa con fiereza. Supongo
que no podía evitarlo, que había estado esperando demasiado tiempo. Que había
estado temiendo que, tarde o temprano, en vez de poder besar a su joven amante
no tendría más remedio que besar un cadáver.
Ni siquiera me da tiempo de disfrutar del beso antes de
que se aparte de mí y me lance una mirada llena de ira.
-Bendita seas, pedazo de idiota.- Se vuelve hacia la
puerta y grita a todo pulmón, con un tono repentinamente eufórico-: ¡RAFA!
No tardo en comprender: era una bomba de relojería, es una bomba de relojería, y ahora ha
estallado. Está soltando todos los sentimientos reprimidos, así, de golpe. Y yo
soy el objetivo que tiene más cerca. No lo culpo por llamarme pedazo de idiota,
porque lo soy. Pero si tan solo volviera a besarme...
En este momento, sin embargo, entra cojeando un hombre en
la habitación. No parece demasiado mayor, unos treinta y pocos, pero es como si
llevara toda una eternidad vivo. Antes incluso de que empiece a hablar, sé que
es el que estaba hablando antes con Miguel. Su expresión serena encaja a la
perfección con su voz gentil, suave y tranquilizadora.
Cuando me ve, alza las cejas, ligeramente sorprendido.
-Vaya. No esperaba que te despertaras tan pronto.
-Te dije que se estaba moviendo.
-¿Acaso yo lo negué?- le responde con una sonrisa, y
después se pone serio-. Igualmente, el proceso de despertar suele ser más lento.
Puedo deducir que estaba bastante impaciente, ¿señorita?- pregunta con una ceja
alzada. Me encojo de hombros, aunque creo que solo se han movido tres
milímetros.
-Supongo que tengo experiencia en despertar de sueños
infinitos.- Hablar es demasiado difícil.
Hago una mueca cuando intento reincorporarme y no lo
consigo. Miguel me ayuda al momento, y me doy cuenta de que aprieta la
mandíbula cuando se mueve. Recuerdo que él también resultó herido y me fijo en
que le cuesta inclinarse hacia delante. Se le corta la respiración. Me tenso.
La herida es en el costado, lo sé al instante. Una vez, mientras huía, tuve un
accidente y me clavé un trozo de metal.
Dirijo la mano - aunque todavía la noto como un débil
cosquilleo - hacia su cálido cuerpo sin apenas pensarlo, pero él la detiene.
-Verónica, no.
-Pero... puedo ayudarte.
-No. Rotundamente no. Una vez es más que suficiente.
Además, estás demasiado débil.
-Descansa- murmura Rafa, empujándome contra la almohada.
Es una orden suave, pero sigue siendo una orden.
-Ya he descansado suficiente- resoplo-. ¿Cuánto tiempo
llevo así?
Los dos hombres cruzan una mirada, y veo que la de Miguel
refleja dolor. O, más bien, el recuerdo del dolor y la ansiedad que ha estado
sintiendo hasta ahora, hasta que he despertado.
-Entraste en coma- responde por fin el médico; sé que lo
es, se le nota en el tono, en la postura, en su profesionalidad a la hora de
explicar lo que me ha pasado-. Tu estado se ha mantenido prácticamente
constante, con escasas fluctuaciones, desde hace poco más de dos meses.
Todavía me cuesta respirar cuando lo pienso. Dos meses. Y
once días. Por lo visto, cuando Miguel me sacó de allí mi corazón apenas latía
- no me extraña, para nada -. Rafa me examinó y comprobó que el metabolismo de
mis células estaba prácticamente paralizado, como criogenizado... Sin energía.
Aún así, seguían vivas. Ninguno de nosotros lo entiende.
No sé cómo no salí ardiendo. Aunque bueno, nunca he
llegado a quemarme ni electrocutarme a mí misma.
Miguel ha tenido problemas a la hora de recuperarse de la
herida de bala, pero por fin lo está superando. Por otro lado, no me deja
ayudarlo. El muy cabezota dice que mi estado me lo impide, que afecta a mis
capacidades sobrenaturales. Me niego a creerlo, sé que soy lo suficientemente
fuerte para ayudarlo.
O al menos eso me gustaría pensar, porque en cuanto
intento usar mi asombrosa telequinesis para acercarme el mando que tiene a su
lado - está en una silla viendo en una tele antigua un programa aburridísimo -
no lo consigo. Me concentro con todas mis fuerzas en aquella extraña energía
que hacía que las cosas se movieran a mi antojo con solo pensarlo. Pero ya no
está. Es más, casi diría que el esfuerzo me deja mareada.
El dolor de cabeza llega de repente, dejándome sin
respiración. Antes de que pueda darme cuenta, me he desplomado en la cama con
un gruñido. El hombre se vuelve hacia mí, sorprendido y preocupado, y se
levanta rápidamente.
-Vero...- Intento tranquilizarlo, decirle que estoy
perfectamente, pero el simple hecho de pensar hace que suelte un jadeo. Vuelve
la vista hacia la puerta-. ¡Rafa!- A continuación, se acerca a mí, hablando con
suavidad-. ¿Qué sucede, Verónica?
Es como si cada impulso que recorriera mi cerebro se
convirtiera en fuego, que lo hace cenizas; a pesar de todo, hago un esfuerzo por
señalarme la cabeza con la mano derecha, un gesto débil, apenas perceptible,
pero él enseguida lo entiende.
-¿Te duele la cabeza?- Rafa entra cojeando en la
habitación; Miguel frunce los labios-. Has vuelto a hacerlo, ¿verdad? Has
intentado usar tus poderes.
-Cállate- consigo espetar. No quería ser borde, pero qué
queréis que os diga, sus palabras son como navajazos. O quizá sea que tenía
razón y no le hice caso.
Qué más da. Quiero que pare.
-Voy a buscar ibuprofeno- susurra el médico, considerado.
El otro asiente y se sienta en la cama, a mi lado, sujetando mis manos entre
las suyas.
-Tranquila. Pasará.
Tengo la impresión de que me ha estado hablando con ese
tono suave y al mismo tiempo ansioso durante todo este tiempo. Aunque ha
intentado sonar tranquilizador, comienzo a notar, por primera vez en mucho
tiempo, lágrimas en mis mejillas. Tengo miedo. Me duele la cabeza más que
nunca. Acabo de despertar de un coma y todavía no me hago a la idea de que
llevo dos meses en cama, incluso si Rafa dice que es extraño que no haya durado
más o, peor aún, que no haya sido permanente. Su visión "optimista",
la verdad, no ayuda.
-Verónica- murmura asombrado Miguel, alzando las cejas.
Se aproxima y me envuelve en sus brazos. Seguidamente me da un beso en la
frente y me mira a los ojos-. No sé cómo te sientes, pero puedo imaginarlo.
Estás cansada, llevas demasiado tiempo huyendo y esto es nuevo. Nunca habías
esperado encontrarte en una situación como esta y, de repente, lo estás. Por mi
culpa.- Niego débilmente con la cabeza, pero él me ignora y sigue hablando-: Sé
que fue tu decisión. Si nunca me hubieras conocido, esto no habría pasado. No
puede saberse con seguridad, pero probablemente habrías huido, habrías
conseguido escapar y estarías segura en algún rincón del mundo, escondida de
esos psicópatas que quieren diseccionarte.
»Quizá por eso debería sentirme mal. Y créeme, en gran
medida lo hago. Pero esa parte egoísta de mí, esa parte tan irritante, me dice
que no te cambiaría por nada del mundo. A pesar de que he conseguido que casi
mueras. Porque mi mundo se había convertido en una sombra densa, espesa y
pegajosa, hasta que llegaste tú. Con esos ojos como chispas, seguros,
decididos, haciendo lo correcto, diciéndote a ti misma que eras un monstruo
después de salvarle la vida a un desconocido, a un tipo al que no le debías
nada.
Trago saliva. Entonces consigo decir con sorna, antes de
que continúe:
-Vaya, si hubiera sabido que tocaba discursito, habría
huido antes.
Incrédulo, suelta una carcajada y sacude la cabeza.
-Eres imbécil. Lo sabes, ¿verdad?
-Y con mucho orgullo- sonrío, y él me imita.
Quiero verlo así. Quiero verlo feliz, como lo estaba
antes de que toda esta mierda pasase, como estaba antes de que yo llegara. No
tiene razón. Yo no soy su salvadora, solo soy un incordio. Desde los polis,
desde la explosión, desde el coma... No ha vuelto a sonreír, hasta ahora. Lo
veo en su expresión, en su mirada derrotada, en cómo las comisuras de su boca
tiran inevitablemente hacia abajo. No siento que le haya salvado la vida, sino
más bien que se la he arruinado.
-M.- La voz de Rafa cuando entra en la habitación es
tensa, preocupada, así como su postura mientras camina hacia nosotros, con un vaso
de agua turbia y blanquecina en la mano-. Hay un pequeño problema. Acabo de
recibir una carta...
-¿Una carta?- El hombre se incorpora. Noto que intenta
mostrarse tranquilo, pero lo conozco lo suficiente para saber que en el fondo
está temblando.- ¿Te refieres a...?
El médico me lanza una breve mirada antes de darme el vaso.
Frunzo el ceño. ¿Qué se supone que significa eso? Cruzan una mirada, y entonces
Miguel se levanta y acompaña al primero a la puerta. Allí mantienen una
conversación tensa, en la que a mi compañero se le salta una vena del cuello.
Tiene la mandíbula apretada y no para de lanzarme miradas de reojo al tiempo que
bebo el contenido del recipiente.
Empiezo a ponerme nerviosa. No me gusta no saber lo que
pasa.
Por fin, Rafa desaparece por el pasillo (no sin antes
lanzarme una última mirada consternada) y el otro vuelve a acercarse a mí. Se
sienta a mi lado. Inspira hondo, se pasa una mano por la cara y se cubre la
boca con ella. No dice nada.
-¿Qué pasa?- pregunto por fin. Nota la angustia en mi voz
e intenta sonreírme, pero no lo consigue. Entonces me da un beso, suave, cálido
y tranquilizador. Desearía que no se separara nunca pero, por supuesto, se
separa.
-No te preocupes, por favor. En serio. No es nada de lo
que preocuparse...
-No jodas...- La amarga ironía en mi voz hace que
suspire.
-¿Recuerdas lo que te dije hace tiempo? Tengo mis
defectos... y una deuda.- Estoy a punto de pedirle detalles, pero sé que no le
gusta, así que no lo hago-. No sé cómo, han sabido dónde estoy. Me han enviado
una carta. No tengo dinero, pero es hora de que pague el favor...
-No me digas que tienes algo que ver con la mafia...-
suspiro. Se encoge de hombros, incómodo.
-No exactamente. Aunque supongo que por ahí van los
tiros. Debo... hacer un encargo. Es un trabajillo más bien gordo. Y no quiero
que te involucres.
-Olvídalo. Pase lo que pase, somos un equipo. Porque
supongo que no te puedes negar.- Silencio. No hace falta que diga nada-. ¿Qué
tienes que hacer?
Me mira fijamente. Veo que ha palidecido un poco.
-Han sido bastante considerados, dadas las
circunstancias. Me han dado tres semanas, tiempo suficiente para que te
recuperes. Si de verdad quieres venir.
-Pues claro que sí. Suéltalo de una vez. ¿Qué hay que
hacer?
-Básicamente, asaltar una comisaría.
Irene, Irene, Irene... ¡Bienvenida de nuevo! xD Me alegra ver que has vuelto y de que sigues cortando las historias en lo mejor (es mentira, pero bueno xD).
ResponderEliminarI hope it won't be this long again eh? Aunque todos sabemos que, por desgracia, lo más probable es que se repita.
Bueno, acabo de ver que no te he dicho nada de la entrada pero, la verdad, no tengo nada nuevo que decir: sigues escribiendo igual de bien que siempre, y cortándolo todo en el mismo punto ;)
Bueno, que sigas escribiendo y ciao.
Un beso
Ser la mejor creadora de tensión y reacciones de: O.O adkljsaicmekj es mi sueño, así que gracias xD Y gracias por decirme lo de que escribo igual de bien que siempre, es halagador recibir comentarios así ^oo^
Eliminar¡¡Muchas gracias y un besazo!!
me encanta!! Me he leído las partes anteriores y me parece una historia muy bonita e interesante...Además, está muy bien escrita!! Pero una pregunta, eso de los recuerdos y los colores raros, se supone que ya tendríamos que haber entendido por qué le pasa o se cuenta más tarde? es que si teniamos que haberlo entendido ya, yo no lo he hecho jajaja.
Eliminarsigue escribiendo que quiero saber el final!
un beso :)
Graciaas!!! jajaja :D
EliminarA ver, lo de los sueños no tenía sentido del todo, si te refieres a la historia y los orígenes, no, todavía está por descubrirse ;P
Un besooo!!! <3