jueves, 22 de mayo de 2014

Historias perdidas: Cuando la llama arda (I)

¡BUENAS! Por fin he acabado los exámenes :'D Vuelvo a tener dentro de poco, pero bueno, por lo menos me merezco un descansillo, ¿no? xD

Esta vez traigo, tal y como os prometí, la segunda parte del relato que presenté al concurso de Abracadabrantes (no os lo leáis sin leeros lo demás e.e) Aquí tenéis la primera y la segunda parte de Cuando despiertes.

De momento es lo único que he escrito, pero estoy en ello :3 ¡QUÉ LO DISFRUTÉIS!

Primera parte: Chispas
Estoy muy cansada. Más cansada que antes, incluso. Es como si hubiera estado luchado contra algo durante mucho tiempo, y todavía no sé el qué. Como si hubiera estado intentando escapar de sombras que pretendían alcanzarme con sus largos dedos. No soy suya. Quiero ser libre. Quiero volver a su lado.
Es lo que me ha mantenido luchando. Es lo que me ha impedido sucumbir a las delicadas y frías manos. Esta vez no eran recuerdos. Los recuerdos, por algún motivo extraño, por alguna razón que no comprendo, han dejado de perseguirme.
Todo desde que aquella voz me habló, desde que aquella voz me dijo que ya no era la superviviente. Desde que me preguntó si había valido la pena. Me entró el pánico. Mis prioridades han cambiado drásticamente. No, no habría cambiado lo que hice por nada del mundo. Sé que le he salvado la vida, tuve que hacerlo. Porque... ¿Cómo sucedió todo? Por primera vez en demasiado tiempo, rebusco en mi memoria como si fuera un baúl desordenado y polvoriento, hasta que encuentro lo que quiero: luz, dolor, explosión.
Sí, fue bastante potente. Tuvo que acabar con todos los policías... Pero él también estaba allí. No. No puede ser. Es imposible... Tiene que haber sobrevivido, sé que lo ha hecho, si no...
«¿Ves, Verónica?» me reprocha la típica voz de mi cabeza, la voz que me mantenía con vida; pero ahora suena cansada, derrotada, quebrada. Ya no la necesito, solo necesito a mi voluntad; puedo sobrevivir tomando las decisiones correctas. Puedo hacer que nadie resulte dañado por mi culpa... ¿verdad?
No me había dado cuenta, pero mis pensamientos pierden viscosidad, pierden espesura, y de repente mi consciencia trabaja con mayor eficacia y rapidez. «Deja de autocompadecerte, Verónica», susurra una voz nueva, una voz amable, la que me animó a luchar contra las sombras. «Ahora mismo lo que tienes que hacer es ver dónde estás. Hasta que no abras los ojos, no podrás saber si él está bien.»
Abrir los ojos... Es cierto, los tengo cerrados. Lentamente, siento cómo voy recuperando mis sentidos, y la verdad es que la sensación no me gusta. ¿Cuánto tiempo llevo así? Mis brazos y mis piernas no responden, a pesar de todo. Me asusto. ¿Qué me pasa? Noto una extraña atmósfera que me envuelve, me siento segura y al mismo tiempo... incómoda. No es como si me doliese algo. Simplemente, estoy débil. Quiero abrir los ojos, eso es. Quiero ver, quiero oler, quiero tocar. Quiero volver a mirarlo a la cara. Quiero sentirme viva...

Por fin. Es un cosquilleo extraño, pero sé lo que siento: la punta de mis dedos. Algo cálido y suave presiona las yemas. En un instante es como si notara los impulsos recorriendo cada neurona y, un segundo después, de alguna forma que no llego a comprender del todo, mi dedo índice se sacude ligeramente.
Un cambio en la presión de las yemas, pero todavía no puedo identificarlo con claridad. Murmullos lejanos... ¿Qué es esto? ¿Estoy acompañada? ¿Quiénes son? ¿Acaso son ellos, me han cogido después de todo? ¿Son los responsables de que, contra todo pronóstico, siga con vida, para así poder diseccionarme cuando cada célula de mi cuerpo esté aún viva? O si no... Es posible que sea él. Por supuesto que está esa posibilidad. Probablemente la onda de expansión no fuera lo suficientemente fuerte como para que me saliera el tiro por la culata. Al menos eso espero.
Odio estar sola en mi cabeza. Me obliga a pensar demasiadas cosas.
-Verónica...- la voz adquiere fuerza; es grave y amable, y parece desesperada-. ¿Me escuchas? Si me escuchas mueve la mano, ¿vale?
Como si fuera fácil... Qué se le va a hacer, al menos tengo que evitar que piensen que soy un caso perdido. Me concentro. Con todas mis fuerzas. De verdad, lo prometo. Y lo único que consigo es que mis dedos se contraigan, apenas medio centímetro.
-¡Ves!
Suficiente, parece.
-Vale, vale. Tranquilo.
-Si ya te lo he dicho, y tú venga a decir que me estaba imaginando cosas...
-Solo quería que no te hicieras demasiadas ilusiones, M. A veces el cerebro nos juega malas pasadas.
-Ya, ya. ¿Vas a hacer algo o no?
-No puedo hacer nada. Si consigue despertar, tiene que hacerlo sola.
-Oh, venga ya.
-Mm... En todo caso, puedo intentar ayudarla a beber. Así quizá comience a movilizarse... Pero también es peligroso. ¿Y si se le va hacia los pulmones y no puede toser?- Aj-. No, no puedo hacerlo.
Gracias.
-Imbécil- le espeta la primera voz. Claramente, no está pensando con frialdad. El otro parece pensar lo mismo, porque lo ignora completamente.
No sé cuánto tiempo pasa hasta que por fin puedo tomar una bocanada de aire, torpe y entrecortada. Deslizo ligeramente un brazo sobre una superficie suave. Cierro la otra mano. Cuando lo siguiente que hago es abrir los ojos, su cara ya está a escasos centímetros de la mía, como si creyese que observar cada átomo de mi cuerpo lo ayudará a comprender qué me está pasando. Sus ojos demasiado pequeños están exageradamente abiertos. Con admiración, incredulidad... No sabría qué decir.
Frunzo el ceño lo mejor que puedo, aunque parece que se me ha olvidado cómo se hace, e intento musitar algo, pero lo único que sale de mi garganta seca es un triste gruñido.
Lo siguiente que sé es que me besa con fiereza. Supongo que no podía evitarlo, que había estado esperando demasiado tiempo. Que había estado temiendo que, tarde o temprano, en vez de poder besar a su joven amante no tendría más remedio que besar un cadáver.
Ni siquiera me da tiempo de disfrutar del beso antes de que se aparte de mí y me lance una mirada llena de ira.
-Bendita seas, pedazo de idiota.- Se vuelve hacia la puerta y grita a todo pulmón, con un tono repentinamente eufórico-: ¡RAFA!
No tardo en comprender: era una bomba de relojería, es una bomba de relojería, y ahora ha estallado. Está soltando todos los sentimientos reprimidos, así, de golpe. Y yo soy el objetivo que tiene más cerca. No lo culpo por llamarme pedazo de idiota, porque lo soy. Pero si tan solo volviera a besarme...
En este momento, sin embargo, entra cojeando un hombre en la habitación. No parece demasiado mayor, unos treinta y pocos, pero es como si llevara toda una eternidad vivo. Antes incluso de que empiece a hablar, sé que es el que estaba hablando antes con Miguel. Su expresión serena encaja a la perfección con su voz gentil, suave y tranquilizadora.
Cuando me ve, alza las cejas, ligeramente sorprendido.
-Vaya. No esperaba que te despertaras tan pronto.
-Te dije que se estaba moviendo.
-¿Acaso yo lo negué?- le responde con una sonrisa, y después se pone serio-. Igualmente, el proceso de despertar suele ser más lento. Puedo deducir que estaba bastante impaciente, ¿señorita?- pregunta con una ceja alzada. Me encojo de hombros, aunque creo que solo se han movido tres milímetros.
-Supongo que tengo experiencia en despertar de sueños infinitos.- Hablar es demasiado difícil.
Hago una mueca cuando intento reincorporarme y no lo consigo. Miguel me ayuda al momento, y me doy cuenta de que aprieta la mandíbula cuando se mueve. Recuerdo que él también resultó herido y me fijo en que le cuesta inclinarse hacia delante. Se le corta la respiración. Me tenso. La herida es en el costado, lo sé al instante. Una vez, mientras huía, tuve un accidente y me clavé un trozo de metal.
Dirijo la mano - aunque todavía la noto como un débil cosquilleo - hacia su cálido cuerpo sin apenas pensarlo, pero él la detiene.
-Verónica, no.
-Pero... puedo ayudarte.
-No. Rotundamente no. Una vez es más que suficiente. Además, estás demasiado débil.
-Descansa- murmura Rafa, empujándome contra la almohada. Es una orden suave, pero sigue siendo una orden.
-Ya he descansado suficiente- resoplo-. ¿Cuánto tiempo llevo así?
Los dos hombres cruzan una mirada, y veo que la de Miguel refleja dolor. O, más bien, el recuerdo del dolor y la ansiedad que ha estado sintiendo hasta ahora, hasta que he despertado.
-Entraste en coma- responde por fin el médico; sé que lo es, se le nota en el tono, en la postura, en su profesionalidad a la hora de explicar lo que me ha pasado-. Tu estado se ha mantenido prácticamente constante, con escasas fluctuaciones, desde hace poco más de dos meses.

Todavía me cuesta respirar cuando lo pienso. Dos meses. Y once días. Por lo visto, cuando Miguel me sacó de allí mi corazón apenas latía - no me extraña, para nada -. Rafa me examinó y comprobó que el metabolismo de mis células estaba prácticamente paralizado, como criogenizado... Sin energía. Aún así, seguían vivas. Ninguno de nosotros lo entiende.
No sé cómo no salí ardiendo. Aunque bueno, nunca he llegado a quemarme ni electrocutarme a mí misma.
Miguel ha tenido problemas a la hora de recuperarse de la herida de bala, pero por fin lo está superando. Por otro lado, no me deja ayudarlo. El muy cabezota dice que mi estado me lo impide, que afecta a mis capacidades sobrenaturales. Me niego a creerlo, sé que soy lo suficientemente fuerte para ayudarlo.
O al menos eso me gustaría pensar, porque en cuanto intento usar mi asombrosa telequinesis para acercarme el mando que tiene a su lado - está en una silla viendo en una tele antigua un programa aburridísimo - no lo consigo. Me concentro con todas mis fuerzas en aquella extraña energía que hacía que las cosas se movieran a mi antojo con solo pensarlo. Pero ya no está. Es más, casi diría que el esfuerzo me deja mareada.
El dolor de cabeza llega de repente, dejándome sin respiración. Antes de que pueda darme cuenta, me he desplomado en la cama con un gruñido. El hombre se vuelve hacia mí, sorprendido y preocupado, y se levanta rápidamente.
-Vero...- Intento tranquilizarlo, decirle que estoy perfectamente, pero el simple hecho de pensar hace que suelte un jadeo. Vuelve la vista hacia la puerta-. ¡Rafa!- A continuación, se acerca a mí, hablando con suavidad-. ¿Qué sucede, Verónica?
Es como si cada impulso que recorriera mi cerebro se convirtiera en fuego, que lo hace cenizas; a pesar de todo, hago un esfuerzo por señalarme la cabeza con la mano derecha, un gesto débil, apenas perceptible, pero él enseguida lo entiende.
-¿Te duele la cabeza?- Rafa entra cojeando en la habitación; Miguel frunce los labios-. Has vuelto a hacerlo, ¿verdad? Has intentado usar tus poderes.
-Cállate- consigo espetar. No quería ser borde, pero qué queréis que os diga, sus palabras son como navajazos. O quizá sea que tenía razón y no le hice caso.
Qué más da. Quiero que pare.
-Voy a buscar ibuprofeno- susurra el médico, considerado. El otro asiente y se sienta en la cama, a mi lado, sujetando mis manos entre las suyas.
-Tranquila. Pasará.
Tengo la impresión de que me ha estado hablando con ese tono suave y al mismo tiempo ansioso durante todo este tiempo. Aunque ha intentado sonar tranquilizador, comienzo a notar, por primera vez en mucho tiempo, lágrimas en mis mejillas. Tengo miedo. Me duele la cabeza más que nunca. Acabo de despertar de un coma y todavía no me hago a la idea de que llevo dos meses en cama, incluso si Rafa dice que es extraño que no haya durado más o, peor aún, que no haya sido permanente. Su visión "optimista", la verdad, no ayuda.
-Verónica- murmura asombrado Miguel, alzando las cejas. Se aproxima y me envuelve en sus brazos. Seguidamente me da un beso en la frente y me mira a los ojos-. No sé cómo te sientes, pero puedo imaginarlo. Estás cansada, llevas demasiado tiempo huyendo y esto es nuevo. Nunca habías esperado encontrarte en una situación como esta y, de repente, lo estás. Por mi culpa.- Niego débilmente con la cabeza, pero él me ignora y sigue hablando-: Sé que fue tu decisión. Si nunca me hubieras conocido, esto no habría pasado. No puede saberse con seguridad, pero probablemente habrías huido, habrías conseguido escapar y estarías segura en algún rincón del mundo, escondida de esos psicópatas que quieren diseccionarte.
»Quizá por eso debería sentirme mal. Y créeme, en gran medida lo hago. Pero esa parte egoísta de mí, esa parte tan irritante, me dice que no te cambiaría por nada del mundo. A pesar de que he conseguido que casi mueras. Porque mi mundo se había convertido en una sombra densa, espesa y pegajosa, hasta que llegaste tú. Con esos ojos como chispas, seguros, decididos, haciendo lo correcto, diciéndote a ti misma que eras un monstruo después de salvarle la vida a un desconocido, a un tipo al que no le debías nada.
Trago saliva. Entonces consigo decir con sorna, antes de que continúe:
-Vaya, si hubiera sabido que tocaba discursito, habría huido antes.
Incrédulo, suelta una carcajada y sacude la cabeza.
-Eres imbécil. Lo sabes, ¿verdad?
-Y con mucho orgullo- sonrío, y él me imita.
Quiero verlo así. Quiero verlo feliz, como lo estaba antes de que toda esta mierda pasase, como estaba antes de que yo llegara. No tiene razón. Yo no soy su salvadora, solo soy un incordio. Desde los polis, desde la explosión, desde el coma... No ha vuelto a sonreír, hasta ahora. Lo veo en su expresión, en su mirada derrotada, en cómo las comisuras de su boca tiran inevitablemente hacia abajo. No siento que le haya salvado la vida, sino más bien que se la he arruinado.
-M.- La voz de Rafa cuando entra en la habitación es tensa, preocupada, así como su postura mientras camina hacia nosotros, con un vaso de agua turbia y blanquecina en la mano-. Hay un pequeño problema. Acabo de recibir una carta...
-¿Una carta?- El hombre se incorpora. Noto que intenta mostrarse tranquilo, pero lo conozco lo suficiente para saber que en el fondo está temblando.- ¿Te refieres a...?
El médico me lanza una breve mirada antes de darme el vaso. Frunzo el ceño. ¿Qué se supone que significa eso? Cruzan una mirada, y entonces Miguel se levanta y acompaña al primero a la puerta. Allí mantienen una conversación tensa, en la que a mi compañero se le salta una vena del cuello. Tiene la mandíbula apretada y no para de lanzarme miradas de reojo al tiempo que bebo el contenido del recipiente.
Empiezo a ponerme nerviosa. No me gusta no saber lo que pasa.
Por fin, Rafa desaparece por el pasillo (no sin antes lanzarme una última mirada consternada) y el otro vuelve a acercarse a mí. Se sienta a mi lado. Inspira hondo, se pasa una mano por la cara y se cubre la boca con ella. No dice nada.
-¿Qué pasa?- pregunto por fin. Nota la angustia en mi voz e intenta sonreírme, pero no lo consigue. Entonces me da un beso, suave, cálido y tranquilizador. Desearía que no se separara nunca pero, por supuesto, se separa.
-No te preocupes, por favor. En serio. No es nada de lo que preocuparse...
-No jodas...- La amarga ironía en mi voz hace que suspire.
-¿Recuerdas lo que te dije hace tiempo? Tengo mis defectos... y una deuda.- Estoy a punto de pedirle detalles, pero sé que no le gusta, así que no lo hago-. No sé cómo, han sabido dónde estoy. Me han enviado una carta. No tengo dinero, pero es hora de que pague el favor...
-No me digas que tienes algo que ver con la mafia...- suspiro. Se encoge de hombros, incómodo.
-No exactamente. Aunque supongo que por ahí van los tiros. Debo... hacer un encargo. Es un trabajillo más bien gordo. Y no quiero que te involucres.
-Olvídalo. Pase lo que pase, somos un equipo. Porque supongo que no te puedes negar.- Silencio. No hace falta que diga nada-. ¿Qué tienes que hacer?
Me mira fijamente. Veo que ha palidecido un poco.
-Han sido bastante considerados, dadas las circunstancias. Me han dado tres semanas, tiempo suficiente para que te recuperes. Si de verdad quieres venir.
-Pues claro que sí. Suéltalo de una vez. ¿Qué hay que hacer?
-Básicamente, asaltar una comisaría.

¡Buen fin de semana, que ya llega el veranito! ¡ÁNIMO!

4 comentarios:

  1. Irene, Irene, Irene... ¡Bienvenida de nuevo! xD Me alegra ver que has vuelto y de que sigues cortando las historias en lo mejor (es mentira, pero bueno xD).
    I hope it won't be this long again eh? Aunque todos sabemos que, por desgracia, lo más probable es que se repita.
    Bueno, acabo de ver que no te he dicho nada de la entrada pero, la verdad, no tengo nada nuevo que decir: sigues escribiendo igual de bien que siempre, y cortándolo todo en el mismo punto ;)
    Bueno, que sigas escribiendo y ciao.
    Un beso

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    Respuestas
    1. Ser la mejor creadora de tensión y reacciones de: O.O adkljsaicmekj es mi sueño, así que gracias xD Y gracias por decirme lo de que escribo igual de bien que siempre, es halagador recibir comentarios así ^oo^
      ¡¡Muchas gracias y un besazo!!

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    2. me encanta!! Me he leído las partes anteriores y me parece una historia muy bonita e interesante...Además, está muy bien escrita!! Pero una pregunta, eso de los recuerdos y los colores raros, se supone que ya tendríamos que haber entendido por qué le pasa o se cuenta más tarde? es que si teniamos que haberlo entendido ya, yo no lo he hecho jajaja.
      sigue escribiendo que quiero saber el final!
      un beso :)

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    3. Graciaas!!! jajaja :D
      A ver, lo de los sueños no tenía sentido del todo, si te refieres a la historia y los orígenes, no, todavía está por descubrirse ;P
      Un besooo!!! <3

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