viernes, 28 de febrero de 2014

Fragmentos: Con la vista hacia el cielo (II)

¡Buenas! Espero que estéis bien y que os encontréis maravillosamente :) Y si tenéis mucho trabajo, ¡ánimo y suerte!

Hoy voy a dejaros otro fragmento de la novela que estoy escribiendo, en este os voy a situar un poco tanto en espacio como en tiempo; en fin, voy a plantearos un poco las circunstancias de nuestro protagonista ;) Os voy avisando de que no pondré la novela entera, pero sí algunas cosas interesantes ^-^

Bueno, aquí tenéis:


(Capítulo 1)

A veces temía profundamente que lo sacaran de su cama a rastras, por la noche, para crucificarlo y prenderle fuego. Aunque en principio resultara un pensamiento algo ridículo y absurdo, era como se sentía.
Esperaba que no preguntasen dónde había estado. El cementerio que había detrás del orfanato no estaba prohibido a los internos, pero su imagen de bicho raro incrementaría de forma notable. De todas formas, no podía evitarlo. Los solitarios ángeles de piedra que custodiaban aquel lugar eran los únicos que se parecían a él. Hasta el momento, la única familia que conocía, aparte del padre Javier. Si tan solo comprendiera por qué era diferente...
Un suave aunque animado murmullo, controlado por las hermanas del lugar, provenía del comedor. Era la hora del almuerzo, ya tarde, por lo que habrían sacado el postre hacía un rato. Cuando entró en el comedor comprobó que, en efecto, así era.
Sin embargo, se sorprendió al descubrir que aún había un trozo de tarta para él, que la hermana Celena protegía casi con fiereza. En el reverencial silencio que se había formado cuando puso un pie en la sala, se acercó al mostrador tras el cual se encontraba la monja. Le entregó el plato que le correspondía con una amplia sonrisa y una mirada apenada.
-Toma, cielo.
-Gracias, hermana.
Lo dijo, como siempre, con gentileza pero sin alegría. Esa mujer no era distinta de las demás. No llegaba a fiarse de él, lo notaba por su postura tensa, pero parecía tener un compromiso con toda criatura viviente. Era como si sintiera que su labor para con Dios era no perder la simpatía ni con los caídos en desgracia.
-¡Eh, chicos, no seáis desagradecidos!- gritó entonces Arnau, haciéndose oír en toda la sala-. ¡Cantadle cumpleaños feliz a Ánchel!
Aguantándose la risa, los demás comenzaron a entonar la canción. De pequeño, había llegado a ponerse completamente rojo, el intenso color tiñendo descaradamente sus pálidas mejillas. No obstante, con el paso del tiempo se había hecho inmune a las excesivas atenciones y a la burla oculta en el tono de todos.
Ignorándolos, se sentó junto al único chico que podía considerar su verdadero amigo, Pol. Era bastante grande; no tanto como Andreu, pero lo suficiente como para que los demás no se metieran en exceso con él. Su figura imponente y robusta, junto con su piel morena y su cabello oscuro, dejaban claro que era el hijo de un campesino. Sus ojos castaños inspiraban confianza, mezclando un brillo alegre con una inaudita inocencia que hacía que ignorase el hecho de que era el segundo objetivo de los murmullos y rumores, solo por ir con el rarito. Quizás lo sabía pero le daba igual, no lo tenía muy seguro. En tal caso era un verdadero amigo.
Por otro lado, era todo lo contrario a él: pelo de un rubio dorado, ojos claros – una mezcla de gris, verde y amarillo – y piel pálida. Era pequeño y enclenque. De no haber sido por las enormes alas, habría sido tremendamente ligero. Se había roto algún que otro hueso un par de veces, por golpes que a otras personas no les hubieran provocado más que un cardenal o un esguince. Había escuchado a sus compañeros susurrar que debía ser el hijo de algún ciudadano rico de la ciudad, que lo había enviado al orfanato más lejano porque no solo era un mutante, sino que además era débil y enfermizo.
-¡Ey, Ánchel! Felicidades.
Ánchel. Así lo llamaban los de allí, porque eran aragoneses, un aragonés aislado del resto del mundo, en una montaña en medio de la nada. El hermano Javier, sin embargo, provenía de la capital. Le había contado una vez que sus padres poseían una empresa de productos innovadores. Decía que no le gustaba la adicción al trabajo y la ambición, y que por eso había ido a buscar un trabajo más benefactor en un sitio más tranquilo. Era el único que iba a la ciudad de vez en cuando.
-Gracias. ¿Está bueno el pastel?
-De los mejores trabajos de la hermana Celena.- Justo cuando se llevaba el tenedor a la boca, le propinó una fuerte palmada en la espalda, casi estampándolo contra la mesa-. Lo siento. Bueno, parece que ya eres un año más viejo, ¿eh? A mí me queda hasta diciembre. ¡Hasta entonces, seré joven y fuerte!- bromeó.
Lo cierto era que tenían la misma edad. O casi: él acababa de cumplir los diecisiete años, mientras que su amigo, aunque aparentase unos dieciocho o diecinueve, tenía dieciséis. Su aspecto infantil era otro motivo de burla.
En conclusión, era una diana enorme con un cartel en el que ponía: dispárame.

Y hasta aquí lo dejo xP Si os ha gustado decidlo porfa, yo estaré aquí para subir más cosas :) Si tenéis comentarios, sugerencias, etc. me encantaría que los dejarais por ahí abajo, que ayudan mucho, en serio, si no decís nada no sé qué hacer para mejorar... Dx

Ya de paso, que tengáis un buen puente, un buen fin de semana y ¡que la suerte esté siempre, siempre de vuestra parte! ;D Besos <3

4 comentarios:

  1. Está muy bien pero no he podido evitar que me recuerden a algunas personas y, además, me he quedado un poco o_O Porque, la verdad, el fragmento me dan ganas de leer más, sobre todo, unido al anterior (son del mismo, ¿verdad?)
    Bueno, un beso :)

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    Respuestas
    1. sip es del mismo ;) pronto pondré un poco más, también tengo que seguir escribiendo xP y bueno, supongo que al final siempre recuerdan a algunas personas no?? :S

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    2. Sí supongo que sí... Lo que pasa es que casi has clavado los nombres jajajaja Y, de verdad que espero más ¿eh?
      Un beso ;)

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    3. hummm... ya sí que no sé a qué te refieres... xP no, en serio te lo digo o.o

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